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Vailima

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OJEPSE LED ODAL ORTO LA Charles Lutwidge Dodgson nació el 27 de enero de 1832 en una población inglesa llamada Daresbury. Quizás este nombre no les diga nada, pero si tomamos los compuestos de sus nombres de pila (Lutwidge/Lewis y Charles/Carroll) tenemos Lewis Carroll, nombre que utilizó para firmar sus obras literarias y, éste ya nos suena más.

El padre de Carroll, el reverendo Dodgson, tuvo once hijos: todos zurdos y todos tartamudos.
El primero de estos “defectos” (porque como defecto era considerado en la época) sería la causa por la que Carroll viviera, literariamente, obsesionado por la inversión. Si pueden, echen un vistazo al poema “Jerigóndor” en “Al otro lado del espejo”: la primera de las estrofas está escrita al revés y debe emplearse un espejo para su lectura. En la misma obra, también, encontramos pasajes en los que a la reina le duele una herida antes de que ésta se produzca o en los que le sangra el dedo antes de que se pinche con el alfiler.

El segundo de los defectos de familia era, como decía más arriba, la tartamudez. Gracias a ella, mejor dicho, al empleo literario que Carroll supo hacer de ella, debemos las famosas palabras "maletín”, mezcla de palabras o palabras con doble significado tan características en su obra. En su poema “La caza del Snark” lo comprobamos claramente: traducido al castellano sería algo así como “la caza del serpón”, es decir, la caza de un monstruo fantástico mitad serpiente mitad tiburón.

Sin ninguna duda, Carroll nos dejó como legado uno de los personajes más fascinantes que se han creado en literatura: Alicia.
En 1850, Carroll ingresa en el Christ Church de Oxford donde vive hasta su muerte (por cierto, murió de un vulgar catarro que derivó en bronquitis a la edad de 66 años). Hasta 1857 trabaja como sub-bibliotecario en la universidad de donde el doctor Liddell, padre de Alicia Liddell, era decano. Desde su mesa de trabajo, Carroll, día tras día, contempla cómo juegan las hijas de los Liddell en el jardín. Este es su primer contacto con la niña.
Transcurren los años y la relación de Carroll con las tres hermanas Liddell, sobre todo con la mediana, Alicia, se consolida hasta tal punto que de sus paseos por el campo y por el río nace Alicia en el País de las Maravillas. En palabras de Alicia Liddell, esta obra universal habría surgido de la siguiente manera:

La mayoría de las historias del señor Dodgson nos fueron explicadas durante las excursiones que hacíamos con él por el río hasta Nuneham o Godstow, cerca de Oxford. Mi hermana mayor,(...), era “Prima”, yo era “Secunda” y mi hermana Edith era “Tertia”. Creo que el principio de Alicia nos lo contó una tarde de verano en que el sol quemaba tanto que tuvimos que poner pie en tierra en medio de los prados del camino de vuelta, abandonando la barca para refugiarnos en el único trozo de sombra que pudimos descubrir, que se encontraba bajo una hacina de heno recién cortado. Fue allí donde las tres le hicimos la habitual petición: “Cuéntenos una historia”, y así empezó el cuento deliciosamente inmortal.



Aunque el mundo de Alicia lo conocemos fundamentalmente por dos obras, Alicia en el País de las Maravillas y su continuación, Al otro lado del espejo, existen otros textos que merecen ser recordados por formar parte integrante también del ciclo:

- Las aventuras de Alicia bajo tierra, texto primigenio del que Carroll arranca.
- Alicia contada a los niños, versión infantil que tuvo que escribir.
- Alicia en la escena, texto explicativo de los caracteres de los personajes.

Para la literatura universal, Carroll convirtió a la niña que veía jugar desde la ventana de su despacho, en un homenaje al desafío de la razón dentro de la razón misma, al sueño del ser humano (¡qué mejor ejemplo que la infancia, cuando es ésta el mundo de la inversión por definición!), a la capacidad de rechazar la lógica lógicamente.
Es el juego de la lógica y el absurdo el que nos abre nuevas posibilidades cara a nuestra imaginación: la realidad puede captarse de formas diferentes, tantas como normas ponga la persona que vive esa realidad, tan válidas y lógicas como aquellas universalmente establecidas.



“Minino de Cheshire” –empezó a decir en tono tímido, porque no estaba del todo segura de que ese nombre le gustara, sin embargo el gato amplió más su sonrisa: Bueno, parece que le está gustando –pensó Alicia, y prosiguió-: ¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí?
-Eso depende en gran medida de adónde quieras llegar –dijo el Gato.
-No me preocupa mucho adónde...-dijo Alicia.
-En ese caso, poco importa el camino que tomes –dijo el Gato.
-...con tal de que llegue a alguna parte –añadió Alicia a modo de explicación.
-Puedes estar segura de que llegarás a alguna parte –dijo el Gato- siempre que camines mucho rato.




Lewis Carroll sí que nos dejó un gran regalo, a niños y grandes. Como estamos ya cerca de esos días en los que se desea lo mejor al prójimo y uno se plantea para el año que está en puertas buenas voluntades, les propongo seguir el ejemplo del Gato de Cheshire: vamos a caminar, siempre adelante, pasito a pasito, seguro que llegamos a algún sitio.
Un abrazo a todos

2 comentarios

Vailima -

Felices fiestas también para tí, Cristina.

Cristina -

Tienes razón, Vailima; ya decía Machado "caminante no hay camino, se hace camino al andar". El minino de Cheshire está en lo cierto, caminando se llega siempre a algún sitio. Yo ahora tampoco tengo un rumbo bien definido, pero espero recalar en algún puerto favorable cuando termine el curso, por ejemlo.

Leí a Alicia en el aís de las maravillas siendo muy pequeña. Al principio me pareció un libro complicado de entender, muy laberíntico. Años más tarde fue cuando disfruté con su lectura.
Me ha encantado el post, como siempre :)
Aprovecho ya que estamos, para desearte felices navidades y feliz Año Nuevo.
Besos.