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Vailima

EL PARTIDO DE TENIS (1)

Cuando llamó a la puerta no me lo podía creer. Un mensajero extendió su mano para entregarme una carta. No me percaté del sello del sobre ni pude identificar las iniciales que encabezaban la misiva. Sólo al final comprobé su identidad: Guillermo de Schaumburg-Lippe.
El conde Guillermo tiene 28 años. Nació en Londres, allá donde su padre ocupaba un cargo de consideración en la corte de la casa de Hanover (si no me equivoco tienen ustedes un miembro de esta familia entre sus coetáneos aficionado a cometer excesos de todo tipo. El tiempo pasa pero hay cosas que no cambian). Bueno, a lo que íbamos. Creció en la ciudad de Bückeburg y fue educado por un preceptor que era pastor. Estudió en Ginebra y Leyden. Dicen que su francés es elegante pero que su alemán deja mucho que desear. Eso sí, es un gran amante de la música y la pintura. Gracias a su meticulosa formación clásica no es de extrañar que conozca las Metamorfosis del poeta romano Ovidio. Pero de esto ya les hablaré más adelante.
He de reconocer, con falsa modestia, que me encuentro entre los artistas más famosos de Europa. La luminosidad de mis obras, el brillante colorido y el gusto por los personajes hermosos e idealizados responden punto por punto a los gustos de los aficionados al arte. Y por lo que compruebo en la misiva del conde, al suyo. En ella se me encarga una nueva obra (el conde desconoce mi práctica de reproducir una y otra vez los motivos de mis cuadros). ¿A qué responderá este interés del joven conde? Goethe diría al respecto que no hay nada más gratificante para una fantasía juvenil que perderse en lugares serenos y llenos de esplendor, en compañía de dioses y ser testigo de sus acciones y de sus pasiones. Pero ya saben, Goethe es, ante todo, un poeta. Yo me inclino a pensar (como toda Europa) que el sentimiento que inspira al joven Guillermo no es tan elevado. Su apasionamiento por los varones es vox populi. Se cuenta que ya con 22 años describió a un joven amigo húngaro como “mi querido Festetics”. Éste iba a contraer matrimonio y el conde le instó a morir antes que unirse con una mujer en contra de su voluntad. No es de extrañar que su “froideur pour les femmes” esté en boca de todos.
No quisiera ser irrespetuoso con aquel que me pagará 200 zecchini venecianos por la obra, pero con su juventud y su rango puede acometer empresas que ningún otro podría permitirse. Como aquella vez que raptó en Viena a una “princesa del teatro” y se la trajo consigo aquí, a Venecia. Sus inclinaciones dieron cobijo al mismo tiempo a un director de orquesta español con el que el triángulo amoroso se cerraba. El triángulo, para nada equilátero, les condujo a la ciudad de Londres pero la muerte, dama paciente donde las haya, esperaba al músico con los brazos abiertos.
Se me hace tarde y tengo que empezar a preparar los pigmentos. El trabajo es lo primero.

2 comentarios

Palimp -

Me encanta el comienzo...

Arkab -

Hola Vailima, me imagino que Tiepolo tiene algo que ver en todo esto. ;-)