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LA OBSESIÓN DE DEGAS


Les repassseuses 1884

”Hay mujeres con quienes apenas deberíamos hablar; sólo acariciarlas”

La mujer no es un tema ni un motivo para Degas: es una obsesión. Desde lo más alto a lo más bajo de la escala social, desde una punta a otra de la ciudad, el pintor de mujeres las vigila con su mirada indiscreta sin otorgarles tregua alguna: las espía cuando planchan, cuando bostezan, cuando tras duras horas de baile sus riñones las traicionan... Degas el coleccionista. Y como buen coleccionista clasifica su material, taxonomiza y controla todo ritual que cualquier mujer del París del Segundo Imperio lleve a cabo cotidianamente.
Pero en contra de lo que ustedes puedan pensar y al hilo del encabezamiento de este post las relaciones del pintor con el sexo opuesto eran difíciles. De lenguaje procaz y atrevido pero de modales exquisitos, Degas no necesita maîtresse alguna:

”El arte es el vicio. No nos casamos con él. Lo violamos. Quien dice arte, dice artimaña. El arte es desleal y cruel.”

Mucho se ha pensado y dicho sobre su posible misoginia. Picasso incluso realizó una serie de grabados en 1971 con el título Degas en la Maison Teiller donde el famoso pintor estaría tomando notas en un burdel. El malagueño diría al respecto: ”Me hubiera dado una patada en el culo si se hubiera visto así”. Y posiblemente fuera verdad.
Degas estaba convencido de que una “ley natural” regía la jerarquía social. De este modo las sirvientas sirven a las mujeres, las mujeres a los hombres y, ambas a los pintores. De ahí que una y otra vez hable a través de sus composiciones del pilar de esta sociedad, de la sirvienta que asiste y soporta los juegos de diagonal que debe realizar una mujer secándose o peinándose.
De sus retratos, seis de cada ocho lo eran de una mujer, pero de una mujer que él mismo debía de conocer, de una individualidad colocada en primer plano, sobre un entorno neutro donde el pintor pudiera, desde la horizontalidad, compartir el mismo estatus y decir somos nosotros. Desde Nueva Orleáns nos dirá que ”el arte no se expande. Se repite a sí mismo” porque el sólo es posible infundir arte a los objetos a los que uno se ha acostumbrado.

Se ha dicho de Degas que tenía un ojo Kodak. Un ojo inteligente desde el que “vemos como queremos ver y esta falsedad constituye el arte”. Esta cuestión es la única a la que debemos atender. A Degas le gusta ver y lo que para nosotros constituye siempre la misma visión, a él le parece el fundamento de su concepto de arte. La cotidianidad, la acción y el reposo, la obsesión del coleccionista de mujeres.
La próxima vez que tengan la oportunidad de contemplar “un degas”, háganlo con los ojos del espectador que a Edgar le habría complacido. Aquel que cuando acompaña a las damas de la alta sociedad a la modista, lo único que ve son “las manos rojas de la niña que sujeta los alfileres”.
C´est Degas.

2 comentarios

Palimp -

De las peores obsesiones surgen las mejores obras de arte.
Me ha encantado el post. Un abrazo.

Luis -

No me suelen gustar demasiado las visiones reduccionistas de nada en general, menos de los artistas, pero hay que reconocer que éste se lo ganó a pulso.