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SI DUERMO, ¿QUIÉN ME DARÁ LA LUNA?

SI DUERMO, ¿QUIÉN ME DARÁ LA LUNA? Hasta hace poco tiempo, cualquier persona sabía qué era el arte, el lugar que ocupaba y para qué servía. Gracias a él se daban a conocer las hazañas de los héroes de un pueblo; las Sagradas Escrituras se “leían” en los capiteles de las columnas de iglesias o monasterios o los monarcas posaban en retratos de familia para la posteridad.
En la actualidad las cosas no son tan sencillas y, preguntarnos por su existencia, su naturaleza y su razón de ser no obtiene una clara respuesta. Ya no sabemos qué es el arte.
Si comenzamos por lo evidente, podríamos afirmar que el arte es algo único que nos diferencia y nos separa del resto de las demás especies aunque no podamos determinar con exactitud la aparición del homo aestheticus.
Como los niños en general y, los filósofos en particular, podríamos preguntarnos por su utilidad: ¿para qué lo tenemos?
Indudablemente no debemos olvidar a este respecto que se nos ha dado en herencia tal y como hemos recibido el lenguaje y otras muchas cosas. El hombre continúa con una tradición heredada sobre todo desde el punto de vista individual. Como diría Heidegger ”hemos venido a este mundo, arrojados y hemos heredado y aprendido todo lo que somos y podemos hacer, incluyendo las artes, sin poder decir nada”.

La pregunta, no obstante, no queda respondida, obviamente, como un niño y un filósofo desearían. Quizás, haya que preguntarse si el arte constituye una necesidad así como sentimos la necesidad de comer, de comunicarnos o de refugiarnos de la lluvia. Así, el arte satisfaría una necesidad, pero como hemos dicho anteriormente, una necesidad específicamente humana.

En el libro de la Física, Aristóteles nos dice que el arte existe para perfeccionar la naturaleza y, siglos después, Hegel afirma que el arte nos sirve para superar la extrañeza del mundo, para apropiarnos de él con el fin de hacerlo nuestro hogar.

Otras formas de responder a la pregunta son que el arte nos proporciona un entretenimiento o que el arte es una forma de compensar nuestros déficits o carencias. Al hilo de esta última respuesta, Dostoiewski nos alertó sobre lo siguiente: Señores, aquellos individuos originales, creadores e innovadores son los individuos insatisfechos. Hombres y mujeres que a fuerza de buscar en lo nuevo, lo distinto, lo otro, encuentran (o no) consuelo en su descontento.
Descontento o insatisfacción que, por otra parte, vienen determinados por la naturaleza indefinida del individuo, para suplir con la cultura aquello que la naturaleza le ha negado.
¿Acaso esta teoría del desencanto no constituye uno de los fundamentos del pensamiento religioso? ¿para cuántos no es la religión un consuelo?
¿No es verdad, también, que los orígenes de la filosofía pueden hallarse en la insatisfacción con las explicaciones mitológicas? ¿no es la insatisfacción la condición sine qua non de la razón filosófica?
Las mismas preguntas con las mismas respuestas se encuentran si hablamos de ética. La felicidad y la justicia son habitualmente ajenas a nuestro mundo. Pero cuidado. Como ya nos advirtiera Hegel, el descontento tiene que estar permanentemente asociado a un proceso de desencantamiento: si no fuera de este modo, la ética se convertiría en fundamentalista.

Como hemos visto, la insatisfacción y el descontento van de la mano de artistas y filósofos. Como escribiera el historiador de arte Edgar Wind, “la insatisfacción y el descontento, lejos de ser enemigos de las artes, han sido con mucha frecuencia sus genios tutelares (...) si el más alto deseo de un hombre es vivir una vida tranquila y ordenada, el mejor consejo que se le puede dar es que aleje el arte de su casa”.

ESCENA IV

HELICÓN (de un extremo a otro del escenario)
Buenos días, Cayo.

CALÍGULA (con naturalidad)
Buenos días, Helicón.

(Silencio.)

HELICÓN
Pareces cansado.

CALÍGULA
He caminado mucho.

HELICÓN
Sí, tu ausencia se ha prolongado mucho.

(Silencio.)

CALÍGULA
Era difícil de encontrar.

HELICÓN
¿El qué?

CALÍGULA
Lo que yo quería.

HELICÓN
¿Y qué es lo que querías?

CALÍGULA (sigue con naturalidad)
La luna.

HELICÓN
¿Qué?

CALÍGULA
Sí, quería la luna.

HELICÓN
¡Ah! (Silencio. HELICÓN se acerca.) ¿Para qué?

CALÍGULA
Bueno... Es una de las cosas que no tengo.

HELICÓN
Claro. ¿Y ya está todo resuelto?

CALÍGULA
No, no he podido conseguirla.

HELICÓN
¡Qué lástima!

CALÍGULA
Sí, por eso estoy cansado. (Pausa). ¡Helicón!

HELICÓN
Sí, Cayo.

CALÍGULA
Piensas que estoy loco.

HELICÓN
De sobra sabes que nunca pienso. Soy demasiado inteligente para eso.

CALÍGULA
Sí. ¡En fin! Pero no estoy loco y aún más: nunca he sido tan razonable. Simplemente, sentí en mí, de pronto, la necesidad de lo imposible. (Pausa). Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.

HELICÓN
Es una opinión bastante difundida.

CALÍGULA
Es cierto. Pero antes no lo sabía. Ahora lo sé.(Continúa con naturalidad). El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna o la felicidad, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo.

HELICÓN
Es un razonamiento que se tiene de pie. Pero en general no es posible sostenerlo hasta el fin.

CALÍGULA (levantándose, pero con la misma sencillez)
Tú de eso no sabes nada. Si las cosas no se consiguen es porque nunca se las persigue hasta el fin. Pero quizá baste con permanecer lógico hasta el fin.(Mira a HELICÓN). También sé lo que estás pensando. ¡Cuántas complicaciones por la muerte de una mujer! Pero no es eso.(...) Esa muerte no significa nada, te lo juro; sólo es la señal de una verdad que me hace necesaria la luna. Es una verdad muy simple y muy clara, un poco tonta, pero difícil de descubrir y pesada de llevar.

HELICÓN
¿Y cuál es esa verdad, Cayo?

CALÍGULA (apartado, en tono neutro)
Los hombres mueren y no son felices.


2 comentarios

Vailima -

Desde luego estoy de acuerdo contigo sobre la cuestión de la felicidad. La felicidad no es productiva en ningún caso. Todos los grandes artistas han pasado por momentos críticos de amargura, soledad, desencanto, abandono o simplemente tienen que soportarse y vivir de forma egoísta. La crisis es la que produce.
Por lo de Calígula, la verdad es que es una obra en la que no queda patente ninguna de las miserias humanas. Es una de mis obras favoritas. En cuarto de facultad tuve la suerte de poder estudiarla con la figura de Lope de Aguirre y el Príncipe de Maquiavelo.
Si no lo has leído, corre a comprártelo ahora mismo.
un abrazo

Imhet -

!Qué bueno el Calígual de Camús! Y qué buena la inclusión del fragmento en el post. La felicidad no es buena para la producción artística, desde luego. La felicidad sólo es importante para quien la siente, pero no genera historias interesantes (¿os imaginais una película en la que todos son felices?). Será por eso que dicen que los pueblos felices no tienen historia.