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LA ÉTICA COMO ANTÍDOTO

Cuando uno se va descargando de la rabia y la impotencia que han caracterizado estos días pasados y tiene que volver a hacer frente a la vida cotidiana, es el momento de emplear el dolor que siente para pensar desde la Razón. Ya sé que es muy difícil, imposible para las víctimas, para los que esperan sin consciencia la muerte en un hospital, para las familias y amigos de todos ellos. Pero los que estamos aquí, tenemos el deber de hacerlo por ellos. Y es un deber en el sentido ético del término, de imperativo categórico y como a priori político.
Nuestra vida nos viene dispuesta de tal forma que unas veces somos nosotros mismos los únicos responsables de determinadas consecuencias (como el fumador que se expone al cáncer), otras veces decimos que el destino o el azar –llámenlo como quieran- y otras, son nuestros iguales los que deciden nuestra vida. Indudablemente, de los tres tipo de “responsabilidad” si así me permiten llamarlas, la última es la más grave: la que nos imparte un semejante. Bien sea si se trata de un conductor borracho, de una negligencia de cualquier tipo, de una postura política hay “alguien” que ha decidido tu vida por ti ya sea consciente o inconscientemente. Y esto es muy difícil (por no decir imposible) de perdonar.
El dolor y el sufrimiento es siempre íntimo (como el hecho de orinar), subjetivo. Con los atentados de la pasada semana en Madrid, el dolor ha dejado de serlo. Y eso, señores, es un elemento ético que no debemos perder porque se ha configurado como algo colectivo y universal. Sin ninguna duda, todavía está el drama humano particular: la pérdida de un padre, de un hermano, de un familiar; la incertidumbre económica en muchos casos; la soledad... Pero por primera vez, han llorado muchos madrileños, vascos, catalanes, argentinos, italianos, alemanes, mejicanos y tantos otros. ¿El sufrimiento ha tenido que ser de tal magnitud para que nos deba doler tanto como a los propios afectados directos ver como “se me muere”? ¿no debería dolernos tanto como a los políticos de nuestro país el tener que ir escoltado por otra persona?
Este es un sufrimiento que ineludiblemente tiene que hacerse universal. Y cuando bajemos al portal de nuestra casa, tenemos que sentir lo mismo que si a todos y a cada uno nos estuviera esperando un escolta, porque ese sentimiento es el mismo que el que nos ha unido a todos cuando acudíamos a manifestar nuestro dolor a las calles de todas nuestras ciudades.
En definitiva, pido y exijo, responsabilidad moral para mí y para mis conciudadanos y responsabilidad política además para aquel al que el pueblo ha otorgado su confianza y su futuro. Exijo a éste último además, el deber de no olvidar con el fin de construir y el deber de utilizar la Razón como vehículo de paz.

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