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Vailima

EL COFRECILLO ROJO (1)



”Trabajando con la boca y con la mano, el charlatán saca dientes y dinero”

Venecia, siglo XVIII. Es carnaval, aunque hacer esta afirmación es como no decir nada respecto a un tiempo concreto. El carnaval dura casi cuatro meses y durante este período, los venecianos viven ilusiones y glorias ya perdidas. El casino está abierto, las compañías de teatro representan sus obras y toda la gente lleva máscara o se disfraza, las calles se inundan de forasteros, feriantes, comerciantes, músicos y médicos ambulantes. La Serenísima necesita llenar sus arcas y, propios y extraños pasan desapercibidos unos bajo falsas personalidades de polichinelas con sus trajes blancos y sombreros altos o de turcos (los antiguos enemigos de los venecianos) o de dominós con sus capas negras, máscaras blancas y sombreros de tres picos y, otros con las apreciadas máscaras de feo vendedor de rosquillas...
Hacia 1754 Giandomenico Tiépolo pinta El charlatán o El sacamuelas como se le conoce también. El lienzo captura una de tantas situaciones que se viven en esa Venecia de carnaval en la que medicuchos, curanderos y charlatanes ambulantes hacen su agosto.
El pintor conoce, casi con toda seguridad, a Giuseppe Colombani, personaje que bajo las arcadas de la plaza de San Marcos (exactamente en la tercera columna), dedicó 24 años de su vida a arrancar muelas a doloridos individuos. Giuseppe, a diferencia de otros muchos que huían despavoridos antes de que les alcanzase la cólera de sus clientes, era un especialista y, además, honrado.
Los sacamuelas trabajan sentados por encima del cliente y, como supondrán, no utilizan anestésicos. Si uno quiere hacerse una leve idea de lo que debe sentir el paciente, basta con que se fijen en el lienzo: Tiépolo lo representa con el brazo derecho levantado en un gesto de dolor. Sacar muelas se considera el trabajo más indigno de un médico al igual que intervenir quirúrgicamente: sólo les diré que dentistas, cirujanos y barberos pertenecen al mismo gremio; un gremio donde sus miembros no saben latín y no han pisado universidad alguna.
¿Cómo aprenden, pues, el oficio? Observando las operaciones de otro que, por otra parte, tampoco tienen tanto misterio: se golpea el diente y se afloja con un pelícano o con un extractor dental. Seguido se arranca la pieza con unas tenazas o pinzas y es entonces cuando el paciente se enjuaga la boca con agua templada o, a veces si hay suerte, con un poco de alcohol. En fin, que creo que me estoy mareando. Mejor continúo mañana con la extracción...y con el post.
Hasta mañana, amigos.

4 comentarios

Luis -

Claro, tú tienes dentista, no sacamuelas

Dem -

Tengo una muela picada. En mal momento me describes el oficio de sacamuelas XDDD

Pero intuyo algún misterio, engaño o algo, eh? Ya tengo ganas de seguir la lectura.

A ver a ver.

Vailima -

No creas, Luis. Mi dentista habla poco y cobra mucho (eso sí, me imagino que se regocijará igual en la estupidez del que tiene abajo con la boca abierta).
Jeje
Un abrazo

Luis -

A menudo agua con vinagre, para cortar la hemorragia. De paso podías afeitarte, porque además solían ser barberos. Alguno de estos pude ver de crío en el zoco. Salvo la moda el oficio, donde se mantiene, ha cambiado poco.