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Vailima

EL DIAMANTE DE N. POUSSIN ( y 2)

Terminábamos el post de ayer haciendo referencia a la luz y al color. Aunque los partidarios de considerar a Poussin un partidario del disegno, del dibujo, frente al colore han sido numerosos, la realidad es otra. Poussin consideraba, siguiendo la tradición de la teoría del arte de la Antigüedad, que el color era una modificación de la luz y, por lo tanto, que el análisis de la luz física era la base de la pintura: no hay más que contemplar sus obras, orientadas todas hacia ese colorismo de los venecianos, con la luz dorada que hace que los objetos aparezcan, ante nosotros, transfigurados.

Si ustedes han leído la obra de Rafael Alberti que encabezaba el post de ayer, el color que asigna el poeta a Poussin es el verde: “Sigo a veces teniendo/claras sonoridades de cristales/cuando ya para el tacto/soy nada más que tela”

En la obra que les presento hoy, Autorretrato (1650), el artista se representa con unas vestiduras de un tono verde oscuro y una estola echada al hombro:

poussin autorretrato 1650

La postura se ha modificado con respecto al autorretrato de un año antes. Alzando ligeramente la cabeza mira al espectador de frente, sin miedo y seguro de sí mismo. La expresión, más seria y también más vaga. El escenario es también diferente: da la impresión de ser un taller, pero la colocación de los tres lienzos enmarcados, situados uno delante de otro, confieren a la estancia un punto de abstracción. La estructura rectangular de los mismos queda reflejada, a su vez, en esa puerta oscura que no nos permite contemplar nada más allá.

Este retrato del propio artista es una teoría del arte plasmada en un lienzo. Me explico. En él se reproducen, de forma cifrada, los principios estéticos que guiaron al pintor. De los tres lienzos, llama la atención que el primero está vacío y sólo contiene una inscripción. No es casualidad. Este lienzo es signo del disegno interno (idea interior) o concetto (boceto) que precede a la realización práctica como concepto espiritual, es decir, es el lugar donde se subraya la fuerza intelectual del artista que lo impulsa. En el segundo lienzo y ante un paisaje desdibujado, se representa a una mujer que porta, sobre su cabeza, una diadema con un ojo. Frente a ella, dos manos masculinas descansan sobre sus hombros. La mujer es la amante de cualquier artista, pues se trata de la alegoría de la pintura considerada como la coronación de las artes. ¿De quién son las manos que intentan abrazar a la dama, atraerla hacia él? Pues si piensan que se trata de las manos del propio Poussin, se equivocan. El artista ya la tiene como amante y siendo caballero y respetuoso, esa muestra pública de afecto se hubiera considerado una indiscreción. Las manos deben de pertenecer a alguien que, ajeno a la dama, desee atraerla hacia él. Las manos son del mecenas y amigo de Poussin, monsieur Chantelou, como muestra de gratitud y amistad.

Por último, un detalle que me ha sugerido el título de estos post. Un detalle insignificante, casi minúsculo pero muy significativo. En el dedo meñique de su mano derecha, Poussin lleva un anillo. La mano, apoyada sobre una carpeta de dibujos, recibe uno de los cuatro focos de luz de la composición. El anillo está ligeramente inclinado para decirnos algo. Si lo observamos con detenimiento, veremos que se trata de un diamante tallado en forma de pirámide.

Una vez más nos encontramos, amigos, en el mundo de los emblemas y mensajes cifrados: este motivo estaba considerado como símbolo estoico de la perseverancia y firmeza de carácter. Ya ven ustedes toda la información que Poussin nos mostró de sí mismo, y no hablo exclusivamente de sus rasgos físicos: nos enseñó qué era y cómo deseaba que le viéramos.

Un diamante de la pintura, sin ninguna duda.

1 comentario

Herri Otrow -

Magnífico post Vailima. No creo que se pueda pensar como seguidor del dibujo a alguien que provocó admiración en Cézanne.
Por poner un simil con la literatura, hay autobiografías o diarios de grandes escritores que simplemente se quedan en lo superficial (T. Mann, por ejemplo), igualmente pasa en los autoretratos, en este caso nos descubres claves que dicen mucho del artista, está claro, a Poussin le preocupaba más la representación interna de sus personajes, sus emociones, sus \"afetti\", en fin, todo lo que hace un buen retratista.
En el primer autorretrato dices que aparece ante un panteón o similar, seguramente sea eso, pues añadido a su nombre vienen sus títulos, entre ellos en de \"primer pintor ordinario del rey Luis XIII\", título que creo no le haría mucha gracia sabiendo lo que él aborrecía esa corte. Creo que es otro dato a señalar.
Una pena que a tan espléndido post le acompañen los versos de un poeta mediocre (sin rencor :-( )