VIVIR EN LOS PRONOMBRES
Emile Zola fue representado por Manet en muestra de gratitud por un artículo publicado por el primero en L´Evénement illustré en 1868. El escritor había sido amigo de juventud de Cézanne y siempre había mostrado un gran interés por la pintura. Cuando Manet presenta en sociedad a su Olympia, los críticos se le echan encima. Zola acude a su defensa como había hecho tantas otras veces con otros pintores rechazados por la crítica oficial.
Zola tiene 27 años cuando Manet pinta su retrato en el taller del pintor. Un retrato que no se limita al propio personaje sino que acapara las pasiones que impulsan su pluma: aparece sentado junto a un escritorio sobre el que reposan diversos objetos entre los que podemos distinguir un tintero de porcelana, libros y diversos cahiers, uno de los cuales es el artículo de referencia. El escritor sostiene en sus manos un ejemplar de la Histoire des peintres de toutes les écoles, obra de Charles Blanc.
A pesar de lo que pueda indicarnos su postura, Zola no posa. Piensa. Su estatismo responde a uno de esos momentos en los que la mirada no ve nada y se enreda en el ajetreado laberinto de un pensamiento que va tomando vida al punto que nos arrebata la nuestra.
Sobre la cabeza del escritor, una estampa japonesa y quizás el objeto de su pensamiento: la Olympia de Manet como definición de lo bello, de aquello –como decía Baudelaire- que tiene algo de ardiente y triste, esa cosa un tanto vaga que deja su espacio a cualquier conjetura. Voluptuosidad y lasitud; melancolía y saciedad; privación y desesperanza porque “el misterio, el pesar son también caracteres de lo Bello”.
Bajo el boceto de la Olympia, a modo de metáfora, se esconde lo que podría considerarse ese estado de embriaguez creadora que ambos artistas comparten y comprenden. El triunfo de Baco de Velázquez es el pretexto del que se vale Manet para hacer ver a aquél que contemple el cuadro, el peligro que encierra la belleza, ese arma de doble filo cuyo carácter demoníaco nos hace aparecer como borrachos dioses de la máscara y del disfraz. Para Rilke, no es más que el comienzo de lo terrible que aún podemos soportar. Para Stendhal, sin embargo, no es más que una promesa de felicidad.
El límite siempre culpó al límite, de que la vida estuviera al otro lado.
¿En qué lado están ustedes?
Allá donde se encuentren les espero mañana en La Parte por el Todo. No me fallen.
15 comentarios
Alfonso -
Juan Cosaco -
Saludos!
Vailima -
Arriba las mujeres del mundo!
Vailima -
un besazo
Cristina -
En ocasiones pienso que algunas de tus neuronas hacen la misma conexión que algunas de las mías...
Unir eso de Salinas con Zola Y Manet...
¿Te he dicho ya alguna vez que de mayor quiero ser como tú?
ladydark -
Herri Otrow -
Lola -
Jafatron -
Mañana, muy a mi pesar, me reengacharé a \"La Parte por el Todo\" cuando acabe mi jornada laboral. Eso sí, sin leer los comentarios (al menos hasta que aparezcan las primeras gotas de sudor en mi frente).
CM -
Yo, siempre del lado de la luz. O sea que mañana volveré a asomarme por aquí. ¡Ayyy! :-)
Antoine -
Palimp -
Charles de Batz -
El caso es que gracias a esta entretenida lectura y aún a riesgo de ser detectado por jefatura me he permitido el lujo de leer la carta de Zola que mencionas. No la conocía y me ha sorprendido encontrar en ella una frase referida a dicha obra que, además de expresiva, me resulta muy familiar:
\"Elle le contient tout entier et ne contient que lui.\"
Salud
vigi -
Un saludo.
vigi -
Un saludo.