CORAZÓN PARTÍO: CULEBRÓN FLORENTINO
FICHA TÉCNICA
Director: Sandro Botticelli
Guionista: Giovanni Boccaccio
Actor principal: Nastagio degli Onesti
Banda sonora: Carl Philip
En capítulos anteriores…
El joven Nastagio degli Onesti es el protagonista de la octava narración que Boccaccio cuenta en la quinta jornada del Decamerón donde se habla de “la felicidad que encuentran los amantes después de ciertos infortunios y percances”.
El infortunio del joven no era otro que el rechazo de la hija de Paolo Traversaro que bien por el orgullo de su belleza o bien por el de su linaje, habíase negado a contraer matrimonio con él.
Desesperado y contemplando como única alternativa el suicidio, se deja aconsejar por sus amigos que le proponen pase un tiempo de paz y tranquilidad en la soledad de un pinar a orillas del mar.
Un día en el que el joven Nastagio se encontraba paseando por el pinar se topa con una cacería inusualmente despiadada.
De entre los pinos surge la figura desnuda de una mujer que está siendo atacada por un feroz perro de caza. Nastagio queda atónito ante la escena que contempla. De cerca, un caballero montado en su corcel blande su espada furioso con la intención de dar caza a su víctima indefensa.
Cuando intenta defender a la dama, el joven degli Onesti es advertido por el malhumorado cazador:
- dejádme cumplir la justicia divina!
y tras lo dicho, el caballero que se presenta como Guido de Nastagi, pasa a contarle su triste historia y el motivo de su maldición: el cazador y la joven murieron hace tiempo y están condenados para toda la eternidad. En el momento en que el caballero alcanza la presa, la traspasa con el acero de su espada y le arranca el corazón que da a comer a los perros. Inmediatamente después, empero, la joven se levanta como si nada hubiera pasado y retoma la sísifa huida.
Nastagio no puede dar crédito a lo que ven sus ojos: el hombre ha sido condenado a vivir una y otra vez esta pena por haberse suicidado a consecuencia de un desengaño amoroso. La mujer sufre igualmente el castigo por poseer un corazón tan duro que no pudo albergar en su seno ni el amor ni la piedad de aquél que la amaba.
Con el rostro desolado, Guido de Nastagi, finaliza su relato diciendo:
- debo ejecutar sin descanso el castigo que merece esta mala mujer. Cada viernes a la misma hora la alcanzo en este lugar.
Por lo que una vez repuesto de lo vivido, Nastagio dispone sacar provecho de su insólita experiencia en el bosque y decide…continuará.
14 comentarios
Tábano Socrático -
El arte erótico es una buena escapada a la historicidad de una descorazonadura común, una desgarradura cordial municipal y pública.
Eso ayuda a paliar dolores autoinflingidos
isabelbarcelo -
ladydark -
Dejando el tema salsa roseril (del cual yo quiero también enterarme y tener una copia para poder presumir de amiga famosa¡¡) me gusta muchísimo la anotación de hoy, hace años, cuando aun era joven, recuerdo que leí El Decamerón pero supongo que fue más movida por su fama erótico-festiva que con afán de entender algo. Tendré que visitarlo de nuevo.
Vailima -
si voy a la isla os mantendré informados de los pormenores.
Lumen Dei -
A ver si es que se trae todo enlatado a la vuelta. En la tele no se ve dónde guardan el papel... si es que disponen de ese lujo.
Vailima -
Charles de Batz -
Del nombre de la revista no me acuerdo, la tengo en casa. Es apropósito de la web de culturalia y le acompaña una pequeña foto en la que sale lo que te digo.
Si quieres, a la noche te la escaneo y te la mando.
Salud
Vailima -
Charles de Batz -
Por cierto, Vailima, que he visto en una revista informática una foto de un link a tu anotación sobre las portadas románicas. Enhorabuena!
y Salud, claro
Lumen Dei -
Más dignidad podría tener el amante rechazado. Existe un cuento de un humilde joven que pretendía a una dama de alta alcurnia, allá por el medioevo. Imposible la unión por las distancias sociales, ella le puso empero la condición para entregarle su corazón de aposentarse él en el suelo, en la calle, frente a su ventana, y pasar allí a la intemperie, bajo las inclemencias del tiempo y viviendo de la caridad de los viandantes, cien días con sus noches, como prueba de amor.
Tras la dura prueba, ella le pertenecería y contraerían nupcias.
El nonagésimo nono día, el joven había soportado la prueba, y ella le miraba desde el balcón, pronto iban desposarse... pero pasaban las horas y día cien llegaba a su fin.
Un momento antes de superar el reto, el joven se levantó, y, sin más, se fue, dejándola desconsolada, absorta y perpleja. Dijo: "He padecido aquí todas las calamidades tal como tú me pediste, día a día, como muestra de amor, pero yo sólo quiero de ti amor, y nada más, ¿qué amor puedo esperar si no tienes ni un día, ni una hora, ni un minuto de clemencia en el tormento que me exigiste?, busca a otro que sea digno de ti".
Mmmh... cómo golería el pobre muchacho al llegar a casa.
Fernando
mizo -
Vailima -
besos
Salamandra -
mizo -
Ayer desayuné con Botticelli, me dejó un buen sabor de boca y la ¿promesa? de continuarlo hoy, pero al ir a por mi ración de empezar bien la mañana me encuentro con... la decepción.
¿Que ha pasado? ¿Donde he estado yo? ¿Ayer existió?
Buen día. (Espero no perderme por ningún bucle temporal)