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EL CARRO DE HENO O LA CONDENACIÓN DE LA HUMANIDAD

Esta semana me toca la vena sensible y artística y he decidido pasear con vosotros a través de una obra que siempre me ha llamado la atención. No se trata de la obra más conocida del autor pero no deja de ser, por ello, menos interesante.
¿nos vamos?

Hieronymus van Aken, más conocido por su nombre artístico, El Bosco pintó entre 1485 y 1490 (se desconoce la fecha exacta de su ejecución) un insólito tríptico repleto de personajes y objetos que, en apariencia, no guardan relación entre sí, aunque este hecho no debiera de sorprendernos en las obras de este personaje tan surrealista.
La obra, titulada El carro de heno, es un tríptico compuesto por tres tablas donde, al cerrar las dos laterales, aparece un pasaje titulado El Camino de la Vida en el que se representa a un viandante -posible Hijo Pródigo- envuelto en los peligros del viaje (para que luego hablen del Ave Zaragoza-Lleida...)
Veámoslo:



Una vez abiertas las tablas, el postigo izquierdo está dedicado a la Creación, el Pecado Original (por algo nunca me han gustado las manzanas) y la consiguiente expulsión del Paraíso de Adán y Eva. A lo lejos vemos a Lucifer precipitándose al vacío acompañado de otros colegas (los ángeles rebeldes son representados como insectos, con rabo en su mayoría), amantes también de los deportes de riesgo como éste de caída libre.

Aquí lo tenemos:



En el postigo de la derecha se nos presenta el infierno, con la construcción de una torre y el castigo de los pecados. La verdad es que hay mejor ambiente que en la tabla anterior, pero mejor no nos fijemos en los pequeños detalles que allí se reproducen porque entonces una no coge postura en el asiento mientras escribe esto.
Para que lo comprobéis vosotros mismos, voici les faits:



Una vez que os he presentado las dos tablas laterales, me gustaría que nos centrásemos más en el postigo central que tiene tela. La obra, en su conjunto, parece un retablo, pero si normalmente la figura central es un Cristo en la cruz, El Bosco pintó un carro de gran tamaño directamente proporcional a la superficie pictórica disponible.

Del carro, cargado de heno, surge un matorral. En este espacio, por encima de todos, encontramos tres personajes ignorantes de la movida, dedicados a la música y flanqueados por un demonio y por un ángel que, para qué negarlo, es el único que dirige su mirada al cielo, donde se encuentra Cristo mostrando las heridas de la cruz con gesto de desamparo. Tras estas figuras, dos amantes vigilados de cerca por un voyeur redimido por el matorral. Diferentes formas de comunicación, como vemos, unos a través de la música, otros a través del amor.

El paisaje de fondo, difuminado, bueno, muy difuminado, contrasta con el paisaje que se nos presenta a primera vista. Es como si con el primero, tan hermoso y apacible, se quisiera reconciliar al espectador con el caos y la aridez del segundo. Perdonad, todavía no os lo he mostrado. Cachis...:



Detrás del carro y a caballo, aparecen el emperador (Maximiliano de Habsburgo), el rey (soberano de las provincias flamencas) y el Papa, como si fueran escoltando la hierba. La acumulación de riquezas, representada por los dos primeros, es un tema de actualidad en los tiempos de El Bosco tanto como la decadencia de la Iglesia Católica, representada por el tercero. La importancia de lo material sobre lo espiritual queda reflejada con maestría por el pincel del flamenco. Y no sólo la cabeza de la Iglesia queda en entredicho, también la opulencia y el bienestar material salpica a clérigos y monjas como podemos observar en la parte inferior derecha de la tabla.

Alrededor del carro se nos muestran hombres y mujeres que utilizando sus propias manos, ganchos, horcas y otros útiles intentan arrancar el heno ignorando la escasa estabilidad del carro. Es tal la algarabía que se produce que vemos algunos personajes debajo de las ruedas (¿no os recuerda esto a una deliciosa tarde de domingo disfrutando del deporte nacional en un estadio abarrotao?).
Todos desean apoderarse del heno.

El carro está tirado por extrañas criaturas mitad humana, mitad pez una, y otros con aspecto típicamente demoníaco. Aunque en un primer momento podamos pensar en estos personajes como caprichos del pintor, no olvidemos que Dios separó las especies y estos híbridos no hacen más que recordarnos su oposición al orden divino. Han salido del infierno. Satán, según el Apocalipsis, es el seductor del mundo entero. Sus ayudantes seducen al hombre orgulloso y avaro con el heno. Detrás, un grupo de personas se amontona intentando salir de una trampilla de madera.
Lo sorprendente de la imagen central del tríptico no sólo es la carga de heno, sino el movimiento progresivo del carro. El hombre medieval sabe que la humanidad se dirige a un fin último, a la resurrección de los muertos, al Juicio Final. Cuanto más heno recopilemos mejor. Morimos, incluso, por ello; quedamos sepultados en el camino, bueno, todos no. Los soberanos cabalgan tranquilos, evidentemente, la carga les pertenece por derecho. Fijáos también en lo fácil que obtienen el heno las monjas de la parte inferior de la tabla: sólo tienen que introducirlo en un saco mientras el abad solicita más bebida (se habrá quedado seco el tío de dar tantas órdenes).
Junto con los personajes que reposan sobre el carro, los de esta parte inferior del “retablo” son los que aparecen con una sorprendente actitud de reposo. Son los pendencieros y codiciosos. Observad cómo, en la parte inferior izquierda, una especie de titiritero porta un bebé en sus hombros y habla con un niño, ambos raptados. Junto al hombre, una gitana lee la buenaventura a una dama, mientras el hijo de la primera registra los bolsillos del vestido de la señora (¡cómo si estuviéramos en el Rastro, señores...!). A la derecha, un curandero maltrata a un paciente (y luego nos quejamos cuando vamos al ginecólogo; vamos, puro vicio) y cerrando el círculo, una monja intenta agarrar a un diablillo que toca la cornamusa, símbolo del miembro viril (no entiendo bien para qué lo querrá la hermana, cosas de la abstinencia...supongo).
Por encima de todos estos últimos personajes, muerte y asesinato.

La avaricia es el pecado principal que se representa en el tríptico. También la gula queda suficientemente ilustrada. La posesión es peligrosa.
¿No os parece que los hombres de nuestro tiempo no son tan diferentes a los personajes que nos pintó El Bosco?
¿no os parece que lo que estamos haciendo con nuestra naturaleza se asemeja cada vez más al paisaje árido, sin agua y sin plantas que domina la tabla central?
¿estamos tan lejos, como el espectador del cuadro, de ese paisaje del fondo que nos muestra un mundo en desaparición?
Ya sabéis, los únicos paraísos que existen, son los paraísos perdidos.

8 comentarios

MARCOS -

la q a dixo lo d el extratrrestre no es tonta ni na. AUPA ATLETI (^_^)

Helena -

Hola, he leido tu comenctario, pero yo añadiria algo más...
Si ampliamos la imagen, en la parte derecha vemos una especie de ser gris, que bien se ve, que no es un ser humano.
Lo que quiero decir, es que, tras años de experiencia, creo que eso podria ser perfectamente un extraterrestre.
Hay datos, imágenes y videos que demuesrtran, de alguna forma, que los extraterrestres y ovnis existieron en la antiguedad.
Y, tambien se ve en la parte del cielo, podria ser perfectamente un ovni...

el----ZUS -

bien quiero decir que he copiado con tu permiso el buen parrafo descrito por usted para un trabajo sobre dicha obra tan surrealista como mi pensamiento onírico.queria darte las gracias por apreciar esos detalles tan fascinantes del tríptiico.tengo 19 años y se que algún día toda la humanidad hara caso de mis colosales ideas artísticas y el mundo utópico que tanto el bosco como nosotros quiere tenerlo de una vez,esa vez aparecerá de una vez por todas.

juan carlos -

esta hasta el pirulo

Cristina -

Cada vez que entro en tu blog, Vailima, aprendo un motón de cosas nuevas.Me ha encantado el post. Gracias por tus explicaciones

jose -

No te preocupes por la naturaleza (no es nuestra); cuando hayamos desaparecido, ella se recuperará.

Anonimo -

Siempre me ha gustado El Bosco, pero no conocía esta obra. Gracias por hablarnos de ella. Me ha gustado mucho. La obra y el post, quiero decir.

Rubén -

Gracias, Vailima por darnos a conocer una obra tan hermosa.