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GERARD TERBORCH: LA CARTA REHUSADA

Hoy les presento una historia inacabada. Entiéndanme, no se trata de que la obra –en este caso un óleo sobre tabla- no esté terminada, sino de que la historia que narra queda en suspenso. Pero si les parece, hablemos de esto un poco más tarde, tras una breve introducción.

Gerard Terborch pertenecía a la generación de Vermeer, magnífico artista del que ya hemos hablado en más de una ocasión, y encarnó la última fase importante de la pintura holandesa de género. A partir de mediados del siglo XVII, el cuadro holandés de género y sociedad experimentó ciertos cambios. Desde el punto de vista formal la importancia dada a los materiales y al tratamiento de superficies era prioritaria y, desde el plano temático, se observa una preferencia por los ambientes nobles, prácticamente cortesanos. Desde este punto debemos contemplar hoy La carta rehusada, ejecutada por Terborch hacia 1655.

gerard terborch la carta rehusada

Como es nuestra costumbre, pasemos a detallar qué vemos: un hombre joven, ataviado con un pintoresco uniforme de soldado, ha sido recibido por una dama en una estancia burguesa para entregar una carta. Se trata de un mensajero, sin lugar a dudas. Si nos ocupamos en contemplar el gesto de la dama, pronto advertimos que éste no deja de ser un tanto extraño: la mujer retrocede ligeramente y esconde la mano en lugar de adelantarla para coger la carta. La criada muestra su sorpresa, expectante ante la actitud de su señora. El perro, cómodamente tumbado entre terciopelo, ladra al mensajero.

Si perteneciéramos a la sociedad de la época, podríamos interpretar las claves sin dificultad. Se trata, a todas luces, de una carta de amor. Nos lo dice un objeto presente en el fondo del cuadro: la cama. A pesar de ello, nuestra joven dama camina por los senderos de la virtud, como demuestran los objetos que se encuentran sobre la mesa: el lavabo y el cepillo simbolizan limpieza y pureza aunque, el espejo y el collar de perlas nos dicen que la dama no carece de un puntito de vanidad.

Como expertos observadores que somos ya, no se nos puede escapar que este óleo nos está contando una historia, pero la narración se ha convertido en cuadro en un momento de la acción en que se ha producido una pausa; como si Terborch jugara con nosotros, espectadores ávidos de información, y hubiera congelado la imagen de su película.

¿Qué hará el mensajero con la misiva? No lo sabemos, la dama se encuentra reticente a aceptarla y la criada espera expectante la decisión de su ama. Dada esta situación, el climax de la historia no se ha podido alcanzar y en este punto podríamos hablar de un “punto de naturaleza muerta” característica de la pintura holandesa en la que todo, objetos y personajes, parece haberse detenido.

Dejemos, pues, que la narración continúe en cada uno de nosotros, mientras tanto, mantengamos los cinco sentidos atentos y despiertos.

Si me lo permiten, para que el desenlace sea más sugerente, yo por mi parte estoy convencida de que la dama no va a coger la carta. Su fidelidad queda demostrada por algo que Terborch se encarga de colocar en el cuadro mismo. ¿Saben de qué les hablo?

Miércoles 18 de enero: efectivamente, como apuntaba ayer en su comentario Francisco, se trata del perro. No deja de ser una interpretación propia... El perro desde la Edad Media, se ha considerado símbolo de fidelidad y ha sido asociado, en la mayoría de los casos, a la figura femenina (fidelidad conyugal). Si observan con detenimiento, el perro ladra al mensajero de la misiva de amor, pero está seguro dentro de la estancia: continua acostado sobre el taburete de terciopelo aunque avisa, con sus ladridos, al intruso. En fin, amigos, el amante en cuestión tendrá que esperar por más tiempo a su amada.

 

4 comentarios

Vailima -

Si me permites, Francisco, mañana contesto antes de colocar el próximo post.
Por cierto, he visitado tu blog y me parece interesante a primera vista. ah! suerte con las oposiciones.
Gracias por visitar mi bitácora y bienvenido.
Hasta cuando quieras.
Un saludo

Francisco Polo -

Yo digo que es... el perro.

Vailima -

No, vere, viste con otra piel que además es la suya propia. Desde la Edad Media... en fin no deja de ser una interpretación de mi cosecha.

vere -

¿viste de armiño?