ÉL NUNCA LO HARÍA
Como les decía en el post de ayer, releer libros me apasiona. Claro está que la posibilidad de hacerlo con entusiasmo viene dada por mi pésima memoria. Puedo ver películas que ya he visto otras veces sin acordarme de una sola escena hasta el final. Debo de tener un gran archivo escondido en mi cerebro y por eso hay que desempolvarlo de vez en cuando.
Todo esto viene a cuento con motivo de esa moda o tendencia cultural, a la que denominan bookcrossing, es decir, abondonar libros en lugares públicos para que otros los recojan, los lean y los liberen después. Son las tres r del bookcrossing:
1) Read (Lee)
2) Register (Regístralo)
3) Release (Libéralo)
Aunque puedan pensar lo contrario, el tema está muy bien organizado. En la página web nos dicen cómo tenemos que hacerlo. El primer requisito es tener un buen libro en la estantería de casa, cubierto de polvo y humedad (yo jamás le haría eso a un libro, ¡por dios!). El segundo requisito es haberlo leído (este punto me hace mucha gracia, hay libros que confieso no he terminado de leer El Código da Vinci, por ejemplo, entre ustedes y yo me jodió mucho que el autor, norteamericano y de cuyo nombre no me interesa acordarme, especificara hasta la saciedad que el Louvre se encuentra en Francia. Pero bueno, manías de una...) Cuando ya tenemos el libro y lo hemos leído, lo registramos en la página web mencionada, lo etiquetamos, podemos hacer anotaciones, valoraciones y demás y con todo esto en regla ya podemos abandonarlo donde se nos antoje.
El lema de esta moda es ¿Amas a un libro? ¡Déjalo ir!. No tengo ningún inconveniente en confensarlo: me parece una chorrada universal. ¿Quién en su sano juicio, si se considera un amante de los libros, va a abondonar un buen libro en el primer banco del parque que vea? ¿Quién puede ser tan gilipollas de deshacerse de una edición ya agotada por la que darías tu mano derecha y por la que has estado años recorriendo mercados, ferias, y hasta incluso hubieras sido capaz de robársela a tu mejor amigo? Yo no, lo siento, no soy tan moderna.
No se vayan a pensar que son cosas del dinero, son más bien, como decía la copla, cosas del querer. ¿Cuántos libros tenemos que sólo con verlos nos recuerdan un lugar, un tiempo, un olor, o la persona que nos lo regaló? Yo, como ven, no los abandonaría, más bien haría lo que Ruiz Zafón en La sombra del viento: apadrinar un libro. Aquel que te acompaña a todas partes, hueles, sobeteas y acaricias; ése que tiene dobleces en las esquinas, y alguna mancha por un amigo descuidado al que se lo prestaste y lo devoró junto al bocadillo de chorizo...
Cierto es que lo tendría difícil para elegir uno entre tantos. Casi es más sencillo encontrar pareja, ¿y ustedes, qué libro no abandonarían jamás?
Todo esto viene a cuento con motivo de esa moda o tendencia cultural, a la que denominan bookcrossing, es decir, abondonar libros en lugares públicos para que otros los recojan, los lean y los liberen después. Son las tres r del bookcrossing:
1) Read (Lee)
2) Register (Regístralo)
3) Release (Libéralo)
Aunque puedan pensar lo contrario, el tema está muy bien organizado. En la página web nos dicen cómo tenemos que hacerlo. El primer requisito es tener un buen libro en la estantería de casa, cubierto de polvo y humedad (yo jamás le haría eso a un libro, ¡por dios!). El segundo requisito es haberlo leído (este punto me hace mucha gracia, hay libros que confieso no he terminado de leer El Código da Vinci, por ejemplo, entre ustedes y yo me jodió mucho que el autor, norteamericano y de cuyo nombre no me interesa acordarme, especificara hasta la saciedad que el Louvre se encuentra en Francia. Pero bueno, manías de una...) Cuando ya tenemos el libro y lo hemos leído, lo registramos en la página web mencionada, lo etiquetamos, podemos hacer anotaciones, valoraciones y demás y con todo esto en regla ya podemos abandonarlo donde se nos antoje.
El lema de esta moda es ¿Amas a un libro? ¡Déjalo ir!. No tengo ningún inconveniente en confensarlo: me parece una chorrada universal. ¿Quién en su sano juicio, si se considera un amante de los libros, va a abondonar un buen libro en el primer banco del parque que vea? ¿Quién puede ser tan gilipollas de deshacerse de una edición ya agotada por la que darías tu mano derecha y por la que has estado años recorriendo mercados, ferias, y hasta incluso hubieras sido capaz de robársela a tu mejor amigo? Yo no, lo siento, no soy tan moderna.
No se vayan a pensar que son cosas del dinero, son más bien, como decía la copla, cosas del querer. ¿Cuántos libros tenemos que sólo con verlos nos recuerdan un lugar, un tiempo, un olor, o la persona que nos lo regaló? Yo, como ven, no los abandonaría, más bien haría lo que Ruiz Zafón en La sombra del viento: apadrinar un libro. Aquel que te acompaña a todas partes, hueles, sobeteas y acaricias; ése que tiene dobleces en las esquinas, y alguna mancha por un amigo descuidado al que se lo prestaste y lo devoró junto al bocadillo de chorizo...
Cierto es que lo tendría difícil para elegir uno entre tantos. Casi es más sencillo encontrar pareja, ¿y ustedes, qué libro no abandonarían jamás?
16 comentarios
alex -
Los aprecio demasiado, y al traerme recuerdos, me siento más cómodo sabiendo que están conmigo. Es más, puedo definirme como material, pero son mis pequeños tesoros junto con muchos otros caprichos que tengo, y desprenderme de ellos es como abandonar todo y cuanto quiero para que vagabundee de un lugar a otro.
De todas formas, si que veo bien esto del bookcrossing, en parte porque si tienes un libro que no te interesa, lo puedes ofrecer en vez de tirarlo, y darle algo de emocion a tu vida, igual pasa si lo tienes repetido y por diversos motivos. Quién sabe, igual juegas y te llega a tus manos un gran libro, y decides quedarte con él.
Vailima -
Un abrazo
Liliana - 22 años -
Asigan -
Vailima -
Un saludo
juan carlos -
Tio Petros -
Yo nunca abandonaría un librito que atesoro: "Resolución irrefutable a la cuadratura del círculo y nueva mecanica celeste", una impagable colección de barbaridades editada antes de la guerra civil. Todo apolillado él, seguramente el último ejemplar íntegro de una edición olvidada e impresentable de la editoria Itxaropena de Zarautz. Una joya freaky.
Vailima -
¿Con todo esto cómo demonios voy a abondonar uno de mis libros si cuentan más de mí que mi propio carnet de identidad?
Cristina -
Bibliofilia. :D
Vailima -
Reconozco Cristina, que yo también compro libros que no voy a leer de inmediato. Los dejo madurar un tiempo y un día lo rescato de la estantería. No siempre estamos en las mejores condiciones para decidirnos por uno en concreto. Tiempo, tiempo, tiempo...
Cristina -
Reconozco que soy una compradora compulsiva de libros (siempre que la economía me lo permite). Algunos los compró sabiendo de antemano que no los leeré inmediatamente.
Eso de dejar un libro abandonado por ejemplo en una cafetería me parece una tontería. Quien lo recoge se lo puede quedar o bien puede decidir no seguir "el juego".
Saludos
Vailima -
Jo, qué recuerdos...
miguel -
Vailima -
Como JR pienso que para eso hay bibliotecas. De todas formas, si coges el asunto por el lado estético, qué quieres, no deja de tener su encanto. Igualmente creo que el ser humano, por desgracia, no está preparado todavía para ese tipo de honradeces y más de un libro pasará a reposar su lomo en la estantería de algún depravado (como yo).
Un saludo
JR -
Le tengo demasiado cariño a mis libros como para poder dejármelos por ahí. Además, ¿no hay ya algo llamado bibliotecas?
Avelino -
Sí tengo muchos libros de los que me desharía, puesto que creo que el fondo de la cuestión es un intercambio libre, como Internet. Yo dejo por ahí un libro, como mi pequeña aportación a la cadena y puede que recoja otro en otro sitio. Por ejemplo, libros que he comprado de segunda mano muy baratos, como, no sé ,"Los viajes de Guilliver" o , ejem, "El diario de Bridget Jones", en inglés. Algunos, cuando los acabo, los dono a la biblioteca más cercana; generalmente como digo son libros que he comprado de segunda mano (por 1 euro o menos) y de los que no me importa desprenderme, máxime si sé que le van a hacer disfrutar a otra persona.
Tengo un colega al acabar la carrera que estuvo de viaje por el mundo durante varios meses y conoció a mucha gente en su misma situación con la que intercambiaba libros. Él salió de casa con una o dos novelas y cuando ya las acabó las intercambió por otras para poder seguir leyendo. Parece ser que es una práctica común entre mochileros.