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Vailima

La torre de Segismundo

BELLEZA EN VILO

 

En el post anterior contábamos cómo los ancianos de Autilla, cuando llega la hora del ocaso, se encaminan hacia el mirador, que orientado a poniente domina toda la planicie de la Tierra de Campos. Y allí permanecen hasta que el sol se ha puesto. Dejamos bien claro que el paisaje que se domina desde ese punto es excepcional, y las puestas de sol son maravillosas. Comentábamos no obstante que algo en su actitud nos parecía extraordinario.

Observen la foto que acompaña a este post.

Tierra de campos. Mirador de la autilla

Los ancianos de Autilla, cuando salen al mirador poco antes del ocaso, se sientan mirando a oriente. Y mantienen dicha posición hasta que el astro rey ha desaparecido bajo el horizonte.

Dicho de otra forma: dan la espalda a la puesta del sol en todo momento.

Dicho de una tercera forma: son ciegos a la belleza que día tras día se despliega a sus espaldas.

Hay algo inquietante en esta actitud una vez que se ha caído en ello. Tras mucho cavilar, tres posibles explicaciones nos vinieron a la cabeza. Las tres son genéricas, pues es evidente que a los ancianos de Autilla no les pasa nada raro, y son, presuntamente, una muestra normal y representativa de los ancianos en general:

1.- Con la edad se deja de prestar atención a la belleza.

2.- La gente que ha vivido siempre en contacto con la naturaleza no disfruta con la contemplación de la misma.

3.- Disfrutamos de la belleza cuando no estamos acostumbrados a ella. O cuando ésta se nos muestra sorpresiva, no cotidiana ni predecible.

Quisiera que las tres fueran falsas pero once ancianos de once me dicen de forma silente que soy una ignorante de la condición humana.

Tio Petros, sorprendidísimo, comentaba en la cena: Si no salieran de sus casas para contemplar el ocaso, lo comprendería; pero allí, en el mirador, tan sólo tenían que mirar para el otro lado, en un mirador que precisamente está diseñado para mirar hacia ese otro lado!

Por mi parte, no acepto la tercera de ninguna de las maneras. La Pasión según San Mateo de J.S. Bach para mí no es ni sorpresiva ni impredecible. Cada vez que la escucho, si sabérmela de memoria me sirve para algo (han de saber mis lectores que Tio Petros y una servidora la han cantado en varias ocasiones tras meses de ensayo), es para disfrutar aún más. Cualquier enamorado de la música sabe que cuanto más se oye una buena obra más placer se obtiene volviéndola a escuchar.

Las tres posibilidades son desagradables, pero alguna explicación debe tener que voluntariamente un nutrido grupo de seres humanos elige colocarse a 180 grados de un bello y gratuito espectáculo.

¿Tienen mis lectores alguna opinión al respecto?

EN VILO

 

Existe un lugar mágico en el corazón de Castilla. A pocos kilómetros de Palencia capital, la infinita planicie de la Tierra de Campos se ve interrumpida por un cerro en cuyo punto álgido se ubica la población de Autilla del Pino. Tras el pueblo, un mirador se abre al abismo: la altura del cerro es suficiente para poder dominar desde allí una increíble extensión plana que se pierde en el horizonte. Hace algunos años fuimos informados por una sabia mujer de las cercanías que pintores del mundo entero se desplazaban a dicho mirador para aprehender colores imposibles, atardeceres inefables y ocasos numinosos.Tres han sido las veces que hemos asistido a la muerte del sol desde el mirador de La Autilla; las tres han sido diferentes. “Siempre es diferente” sentenció la anciana, advirtiéndonos la primera de las veces.

Esta tercera vez, además, hemos asistido al enigma del mirador de La Autilla: los ancianos del pueblo se dirigen al mirador cuando nuestra estrella madre está unos pocos grados sobre el horizonte. “Sabias costumbres de los lugareños”, nos decimos entre nosotros, estamos en agosto y a estas horas donde mejor se está es “a la fresca”.

Entonces, ocurre el misterio: los ancianos se sientan en el pretil y permanecen inmóviles, callados o cruzando leves comentarios hasta que el sol ha desaparecido tras en horizonte. Cuando esto ocurre, las luces del entorno cambian de repente: los colores ocres viran al morado en brevísimos instantes y la temperatura desciende levemente.

Así pues, los ancianos se levantan y dirigen sus pasos a sus casas.

¿Dónde reside el misterio?

¿Qué tiene de especial la actitud de los ancianos de Autilla?

¿Por qué su actitud nos inquietó a Tio Petros y a mí, y nos hizo pasar la velada subsiguiente charlando sobre el ser humano y sobre la belleza?

¿Algún lector puede imaginarlo? En el próximo post, la solución, con más reflexiones y con documento gráfico que demuestra la extraordinaria actitud de aquellos venerables ancianos de Autilla.

INSTANTES DE FELICIDAD SANS SOUCI

Entre el siglo del infierno y el de la estupidez –como dirían algunos- adivinamos un s. XVIII feliz. El culto al placer se expande a modo de juegos donde los sentidos son los máximos protagonistas.

Quizás por todo aquello que les comentaba en el post del pasado viernes, he querido acercarme precisamente a todo lo que en estos momentos no tengo, en nombre de esa codicia de la que hablara mi afamado Doctor Lecter.

En la obra que les traigo hoy podemos encontrar ese instante de felicidad del que nos hablaba el título del post.


Se trata de la obra ejecutada por Fragonard en 1768 y titulada La rosquilla. Mucho mejor que yo, los hermanos Goncourt nos hablan de ella:

“Fragonard está fascinado por los juegos matinales de la mujer consigo misma, en ese momento en que gira su cuerpo, despierta del sueño y estira sus miembros, en medio de la tierna blancura y el calor del lecho. Adora esos momentos de abandono en los que su carne respira de sol y se entrega a la luz, en que su cuerpo escapa a las sábanas, recupera su elasticidad y su camisón arrugado no la cubre más que a medias.

Es la voluptuosidad ingenua de esta hora retozona, los esparcimientos libres y sonrientes del sueño, lo que ha querido pintar en este bello lienzo. Con la cofia semicaída, los ojos alegres y complacidos de sus dieciséis años, un mohín sonriente en la boca, esta jovencita despreocupada, sostiene en el aire y entre las piernas un caniche (…), mientras un golpe de luz, venido de los pies de la cama, transita al sesgo por las colgaduras, sacude el cobertor y salta traviesamente por las carnes rosadas, prometiendo un día feliz”.

Queridos amigos, ¿recuerdan aquel anuncio de televisión en el que un limpio señor Luque nos decía aquello de “busque, compare y si encuentra algo mejor…”? pues yo lo he hecho y al comparar, ya se sabe, se corre un riesgo. Ni refinamientos, ni exquisiteces ni extravagancias porque mis despertares no valen un duro y ningún Fragonard hubiera deseado si quiera hacer un boceto de ellos.

Para empezar hace un carro de años que no tengo dieciséis años. No es la letra de una canción de Serrat pero tampoco me preocupa. Es más, me alivia. Cuando me despierto mi cuerpo también gira, pero para acallar las voces del maldito despertador, artefacto maltratador donde los haya que me dice que no puedo quedarme retozando al sol porque entre otras cosas, no hay sol que valga a las siete menos cuarto de la mañana. Y eso sí, mi cuerpo escapa a las sábanas, porque a ver quién aguanta en la cama sin echar la primera meadilla del día, sobre todo, cuando meo y no echo gota al pensar en una “voluptuosidad ingenua de esta hora retozona”. Jesús, Jesús, Jesús. En cualquier caso yo hablaría de un “reto” en la “zona” porque después de Roca hay que preparar ese desayuno que se engulle más que se disfruta.

Lo del mohín sonriente ni me lo imagino. Levantar a la infancia, hacer las camas y recoger sus ropas que crecen por doquier. Mohín. Por los cojones.

Lo del perrito…caniche encima y para más INRI. Un chupacoñ… que diría alguien a quien quiero. Ven perrito ven, ¡vas a ver qué bueno lo que te da tu ama!

Y la cama llena de migas de la puñetera rosquilla. Con lo que joden las migas en la cama…

Y LÍBRANOS DEL MAL

Ayer asistimos al funeral por la muerte del padre de una amiga. Una amiga con la que compartimos una pasión: la música. Por esta razón y como suele ser costumbre entre nosotros, subimos al coro de la iglesia para cantar el Heilig, Heilig de Schubert y el Aita Gurea compuesto por el Padre Madina, acompañados por un magnífico y recién restaurado Cavaillé-Coll.

De ambas piezas, la segunda es excepcional por esa mezcla de expresividad, vigor, sensibilidad y rotundidad que hacen grandes a ciertas obras. Mientras cantábamos este Padre Nuestro, me venía una imagen a la memoria en forma de grito.

 

 

El grito de la muerte. La advertencia desde arriba para que se oiga bien. El eco machacón mirándonos de frente. Con la furia de la que son capaces unas notas musicales que hasta invaden la sangre llegando al corazón.

¿Qué eres?

¿Quiénes sois?

 

 

Y lo más importante: ¿qué esperáis de mí?

p.s. 1- no he encontrado en la web ninguna versión del Aita Gurea que considere pueda compartirse.

2- las imágenes, por supuesto, son de Praga y esta vez son mías.

LA ESPERANZA NO ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE

LA ESPERANZA NO ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE

Hubo un tiempo en el que la decadencia era espléndida. La decadencia era plasmada en la suave y pedófila mirada de Gustav von Aschenbach que iba del bello y andrógino adolescente Tadzio a la no menos bella ciudad de Venecia. Mientras tanto, ésta se desmoronaba entre brumas y este desvanecerse parecía más bien el abrirse de una flor, pues la belleza retornaba una y otra vez, no por ajada y llena de muerte menos impresionante a ritmo de Mahler. A veces se hace difícil soportar tanta belleza. Visconti supo hacer que fuese casi insoportable.

Pero después, llegó la decadencia de la decadencia. Es el penúltimo paso antes de la desaparición de todo fenómeno artístico. En palabras de Tio Petros, esta fase se caracteriza por la ausencia de varianza. La muerte en forma de ausencia de contrastes, en repetición ad nauseam de los mismos patrones. Aquí es donde muere la esperanza.

Afortunadamente, eso de que la esperanza es lo último que se pierde es mentira. Cuando ya no queda esperanza, aún queda un último florecimiento. Éste, ya ni tiene el esplendor dorado de la decadencia genuina, ni tampoco exhibe esa asquerosa uniformidad que mata y embota los sentidos.

Lo último que se pierde es el humor. En esta tercera fase, resucita la variabilidad pero donde al principio era Mahler, ahora es Rodolfo Chikilicuatre. Donde antes era Tadzio ahora es la niña de Schrek. Donde antes era Venecia ahora es un plató de televisión o de Eurovisión.

Cuando llega esta fase, la segunda ley de la termodinámica, esa encarnación moderna de Cloto, Láquesis y Átropos está a punto de terminar su implacable trabajo. Es hora de morir.

Enhorabuena, Buenafuente por la lucidez mental de tu propuesta. Como en el Nosferatu de Werner Herzog, bailaremos el chiki-chiki en espera de la muerte.Como en Nosferatu, pero en feo y en cutre. Y es que hay muertes que debieran ser adelantadas para evitar esta tercera fase de la decadencia. Más por estética que por ética porque a estos niveles de entropía rozando el máximo, ya da todo un poco lo mismo…

 


 

ARCHITECTURA POLICROMATA

 

Si son ustedes, como Tio Petros y una servidora, amantes de los viajes “a la piedra” seguro que sienten cierta inquietud tanto cuando contemplan un edificio cuyos sillares se han ido tallando por el polvo y la suciedad de su historia como cuando se enfrentan a un edificio recién restaurado. La inquietud de la que les hablo proviene de un mismo sentimiento, por lo demás romántico, que hace que nos inclinemos “afectivamente” por el primero más que por el segundo. La pátina producida por la suciedad, el paso del tiempo, el polvo, incluso la vegetación invasora, etc. concuerdan con el ideal estético que esperamos al observar un edificio antiguo. Como he mantenido y mantengo mi total repulsa hacia ciertas actuaciones humanas (eclesiásticas, por más señas) que han contribuido al exterminio o deterioro de verdaderas joyas arquitectónicas a lo largo y ancho del patrimonio patrio (y más allá), igualmente defiendo desde la razón –que no desde el corazón- que no es piedra todo lo que reluce. Me explico. Así como la “humanidad” de algún párroco ha producido abortos estéticos utilizando yeso, cerámica o, incluso, sintasol o falseando la estructura original del templo con la inclusión de paredes en ladrillo pintado u otras barbaridades de las que he sido espectadora, también les digo, que a la hora de ser puristas hay que serlo hasta las últimas consecuencias. Por ello, deberíamos (yo la primera) abandonar ese espíritu casi cinematográfico, muy próximo al gusto Friedrich, y aceptar que ciertos elementos de los templos se idearon para ser pintados. Policromías que el paso del tiempo se ha encargado de eliminar de nuestra memoria, memoria que sólo concibe una arquitectura antigua o medieval incolora y adornada (siglos después) por los colores naturales que le confieren sus materiales constructivos.

Sacar la piedra, sí, pero también el color para el que fue concebida. Lo perdido, perdido está, aunque todavía nos queda el consuelo de todo hombre: soñar y en su sueño compartido, gracias a la fotografía y al photoshop, Jose Manuel Ballester nos sumerge en su tecnológica paleta para rescatar del olvido los colores de la historia.

Eso sí, creando una imagen (no una obra en sí) de lo que fue o pudo ser. El hilo de la osadía es fino y sutil y otros, allá por el siglo XIX fueron menos finos, menos sutiles, más atrevidos. El sueño se convirtió en purpurina, en pesadilla, en visión terrorífica, en el mismo pecado. El corazón me puede y en estos casos extremos, es capaz de arrebatarme todo atisbo de racionalidad. La esperanza se pierde en la sinrazón. Ya oigo el canto de sirena y mi único deseo es no seguir soñando. Tarde para mí, para usted y, por supuesto, tarde para el capitel románico de la Abadía de Saint-Pierre de Blesle, Auvergne, Francia:


¿QUIÉN DA MÁS?

Hoy les propongo hablar de arte pero sin hablar de él. Me explico. Lo que quiero decir es que hoy vamos a hablar de dinero y aunque este tema sea considerado por algunos como una ordinariez, es lo que mueve al mundo , señores, y como no podía ser de otro modo, también al mundo del arte. Así que estimados lectores, siéntense en sus butacas y presenciemos uno de los mayores espectáculos del arte desde las famosas casas de subastas Sotheby´s o Christie´s. Ya acomodados miren a su alrededor con ojos recelosos y contemplen con alma de mecenas y bolsillo de proletario las diez obras de arte más caras de la historia. ¿Quién da más?

1) Muchacho con pipa (Pablo Picasso): 104 millones de dólares


2) Dora Maar con gato (Pablo Picasso): 95,2 millones de dólares

3) Adele Bloch-Bauer II (Gustav Klimt): 87,9 millones de dólares


4) Retrato del doctor Gachet (Van Gogh): 82,5 millones de dólares


5) Le Moulin de la Galette (Renoir): 78,1 millones de dólares


6) La matanza de los Inocentes (Rubens): 76,7 millones de dólares


7) Centro Blanco (Amarillo, Rosa y Lavanda sobre Rosa) (Rothko): 72,8 millones de dólares

8) Green Car Crash (Warhol): 71,72 millones de dólares

9) Retrato del artista sin barba (Van Gogh): 71,5 millones de dólares

10) Rideau, Cruchon et Compotier (Cézanne): 60,5 millones de dólares

Un momento, no abandonen la sala. Todavía he de presentarles tres obras más en transacción privada. No me han andado finos y alguien ha pujado antes que ustedes. Concéntrense en los números, por favor:

 

TÍTULO: Adele Bloch-Bauer I (klimt)

RETÍTULO: 135.000.000 $

TÍTULO: Woman III (Willem De Kooning)

RETÍTULO: 137.500.000 $

TÍTULO: Número 5 (Pollock)

RETÍTULO: 140.000.000 $

Y ahora, mientras abandonan sus asientos, piensen en esto: ¿en qué mierda de mundo vivimos?

 

HUMANAS VERGÜENZAS

“¿Qué es lo fantástico? ¿lo que no es natural, el ensueño, lo visionario? ¿lo absurdo, lo irracional, lo tabú? Quizá puede decirse que es todo lo que carece de la aquiescencia evidente de una época.”

W. Schmied


Tres figuras humanas de resina sintética, fibra de vidrio, pintura y cabello artificial ejecutadas por los hermanos Chapman. Tan humanas como monstruosas. Un tronco soporta el peso muerto de lo que sin duda sería un Cristo, amarrados los brazos, la cintura y los pies. Junto a él, otra figura pende también sujeta, apoyada su cabeza en el suelo, del tronco “cruz” eje de la escena. Del brazo, de la rama, surgen descuartizados los miembros de la tercera figura: el tronco sujeto e invertido, los brazos maniatados y la cabeza clavada en la punta. El final.

Tres cuerpos jóvenes y casi perfectos si no fuera porque han sido castrados. La mezcla de perversión y religiosidad convierten la escena en ambivalente y turbadora. El Hijo de Dios lo es todo menos hombre en la historia del arte porque hemos permitido que sea cubierta aquella parte de su anatomía que lo hubiera convertido en humano.

Entre 1810 y 1811, Goya refleja la misma escena en la estampa nº 39 de los Desastres de la guerra:


La crueldad del hombre por el hombre y para el hombre. La imaginación nos conduce a la más desoladora de las realidades. No hay redención posible. Sólo el fármaco subjetivo de observar que podemos perderlo todo. Y todo -esto es lo grave- es lo que precisamente nos hace ser hombres.

SOLA VIVENDI CUPIDITAS DUCTUS

 

“Muchas son las cosas admirables, pero no hay ninguna que lo sea más que el hombre” –sentenciaba Sófocles-. La admiración por la naturaleza es tan vieja como la humanidad misma, incluso –dicen-, anterior al lenguaje o al desarrollo de una capacidad simbólica. Entendamos como entendamos la naturaleza (como Madre, como morada de los dioses…) la admiración del hombre por ella se ha visto casi siempre vinculada a lo mítico o a lo religioso. Será en la edad moderna cuando esa admiración torne capacidad de aprecio estético. Será después con Hegel, asimismo, cuando este concepto filosófico caiga en el descrédito y el abandono.

El carácter de modernidad le vendrá dado por aquel individuo capaz de contemplarla desinteresadamente como un fenómeno cuyas raíces se entroncan con el dominio de la técnica y del conocimiento científico. Desde este punto de vista asistimos, pues, a una rehabilitación de este concepto estético cuyo largo recorrido comienza con las observaciones de Petrarca y termina con la conciencia ecologista de los años sesenta.

A partir de aquí me gustaría hablarles de:

- la estética de la compensación de Ritter.

- La estética negativa de Adorno.

- La estética ecológica de Böhme.

- La estética ética de Seel.

Pero esto lo dejo para otro día que ya es jueves y el fin de semana ya despunta.

 

EL REVÉS Y EL DERECHO

EL REVÉS Y EL DERECHO

No puedo considerar la envidia como uno de mis múltiples defectos pero de la poca que soy capaz de sufrir, ahora les diré en qué consiste, puedo afirmar que me siento redimida por el carácter de su naturaleza que creo, ennoblece a quien la padece. Sólo envidio a aquellos que, de una forma u otra, trabajan por y para engrandecer esta especie mía, guiados en su labor cotidiana por la H de humanidad, la D de dignidad y la B de bondad.

Este fin de semana me he dedicado a contemplar el espíritu de un hombre que plasmó lo que les cuento en unas de las más bellas palabras jamás escritas. Les hablo de Camus y el prefacio a la reedición de una serie de ensayos de juventud titulados El revés y el derecho.

Su lectura ha de ser sosegada y reposada como cuando uno tiene por delante un delicioso guiso y al igual que cuando catamos un buen vino y realizamos un ejercicio retronasal, el prefacio nos llama a su lectura una y otra vez hasta que todo su sabor, su aroma y su color nos ha penetrado lo suficiente como para restar satisfechos.

El magnífico prefacio es todo un tratado de ética, la reflexión de un hombre de condición humilde que, a solas consigo mismo, comparte sus miedos, sus virtudes y sus defectos sabedor de esas limitaciones que tan pocos hombres son capaces de manifestar abiertamente.

“La obra de un hombre no es sino ese largo caminar para recuperar, pasando por los desvíos del arte, las dos o tres imágenes sencillas y grandiosas a las que se le abrió el corazón una vez primera”

Y en ese abrirse su corazón le lleva a Argel, donde “sentía fuerzas infinitas: sólo hacía falta encontrar un punto en donde aplicarlas. No era desde luego la pobreza la que obstaculizaba esas fuerzas; en África, el mar y el sol son gratis”. Quizás por ello, declara que no sabe poseer. ¡Cuánto me gustaría poder ser como él! y afirmar, una vez abierto el corazón, que por una forma mía diferente de escatimar me hiciera –como a él- ser avariciosa de “esa libertad que se esfuma en cuanto aparece el exceso de bienes”. La posesión parece que nos lleva a la envidia, a esa compañera que osa disfrazarse de múltiples formas como aquélla que les he presentado al comienzo. Camus nada desea con envidia y confiesa que no siempre piensa en los deseos de los demás y eso le resta imaginación, es decir, bondad.

¿Acaso todos nosotros no hacemos lo mismo? Nada de lo que hacemos o sentimos es gratuito ni siquiera el amor. Sin embargo, ¡ay desdichados de nosotros! “no hay amor por la vida sin desesperación por la vida” por eso recurrimos a la moral y nos sale tan caro: “nos inventamos máximas para colmar los socavones de la propia forma de ser” y hablamos de lo que es justo cuando el hombre es una injusticia en marcha, cuando el máximo alcance de nuestra máxima es, precisamente, la pretensión de serlo. La justicia nos llena de dolor y desdicha. Entonces, reconocemos al menos que nos queda el honor, sí, esa “virtud de los injustos” que necesitamos porque todavía no somos lo bastante grandes como para prescindir de ella.

Los secretos que más caros nos son, el desorden y la torpeza los desvelan demasiado”. Mientras escribo esto le comento a Tio Petros que cuánto me hubiera gustado plasmar en lugar de este desorden de palabras y sentimientos, en lugar de esta torpeza tan mía que provoca en lo que escribo frases aceleradas y entrecortadas, digo, que cuánto me hubiera gustado haber transmitido una centésima parte de lo que este prefacio se ha llevado de mí, consigo.

LAS SIETE DIFERENCIAS, SIETE

Hoy les presento un divertimento de toda la vida pero con un toque a lo Vailima. Se trata del juego de Las siete diferencias. Evidentemente, amigos, no les dejo el original porque lo tendrán que descubrir ustedes y, les aseguro, no les llevará mucho tiempo.

¡Que comience el juego y MUCHA SUERTE!

A CUESTAS CON EL ESPÍRITU DEL ARTE

A CUESTAS CON EL ESPÍRITU DEL ARTE

Leo en el último número de la revista Descubrir el Arte una noticia que me estremece. La protagonizan, claro está, una obra de arte y un artista. La primera no es otra que la mejor obra de arte del siglo XX, a saber, el urinario de Duchamp y, el segundo, tiene nombre y apellido no muy conocidos: Pierre Pinoncelli.

Ya en 1993 este personaje, francés para más señas, mantuvo su primera relación con la fuente de Duchamp, propinándole algún que otro golpecito y meándose dentro de ella en un acto de comunión con el arte cuya finalidad no era otra que rescatar al migratorio de marras a su uso original. Dadas por supuestas estas necesidades que apenas se diferencian de las físicas, Pinoncelli vuelve a “CA-r-GARLA” estéticamente contra otra de las ocho copias del afamado objeto y en enero del 2006 le propina una serie de martillazos que le van a costar unos 200.000 euros porque el Centro Pompidou se los reclama. Que digo yo, que más rentable, económicamente hablando, le sale a uno martillearse los huevos propios, aunque para testículos los suyos y los de su abogado, que alegan estar dispuestos a pagar sólo 85 euros que es el precio del mismo modelo de urinario en porcelana blanca en el mercado.

Conservar el espíritu para el que fue creada una obra de arte no es tarea fácil y menos cuando se interpone casi un siglo por medio y todo un entramado mercantilista en lo que al arte se refiere. Entiendo que a uno le apetezca mearse en una exposición del centro francés: entonces va el incontinente y se desahoga en un objeto ad hoc que llamaremos continente. ¿Que está firmado por un tal Duchamp? Otros preferimos a Roca, pero para el caso da igual. No vamos a empezar a ser tiquismiquis. Tampoco es para ponerse así, digo yo que esta institución dispondrá de una buena empresa de limpieza. Lo que no veo tan bien es que el achuchón sea agresivo y se líe a martillazos, que eso ya lo hizo Nietzsche como nadie y segundas partes nunca fueron buenas. El empeño de este artista es meritorio, reconozcámoslo, después de haberse mutilado el dedo meñique de su mano izquierda en un festival de performance en 2002…

En fin, tras estas acciones que comprendo aunque no apruebo me sigue sin quedar claro qué es el espíritu del arte. Vamos, no tengo claro qué es el arte como comprender su espíritu…

UN LUNES SIN COMPLEJOS: ARTIS MATHEMATICA

UN LUNES SIN COMPLEJOS: ARTIS MATHEMATICA

Aunque no lo crean, los tiempos de Barrio Sésamo en los que nos enseñaban la diferencia entre “cerca” o “lejos”, “arriba” o “abajo” están de actualidad. En todo lo que nos rodea, en todo lo que hacemos existe un más y un menos, una suma y una resta. Acumulamos deudas, restamos tiempo.

Hoy es lunes: proclamado “día jodido de la semana” por el populacho proletario. Es suma (porque se hace cuesta arriba); es resta (porque queda un día menos para el viernes). Como clase magistral de nuestro particular “barrio sésamo” les dejo estas dos operaciones de arte matemático para este lunes del Señor de dos mil seis, para este lunes que proclamo sin complejos: lo que la naturaleza te da (arriba), que también te lo quite el hombre (abajo).

http://www.metacafe.com/watch/160968/stripping_idol/

LOS FOTÓGRAFOS DEL POSAPOCALIPSIS

LOS FOTÓGRAFOS DEL POSAPOCALIPSIS

De esta manera titula Daniel Utrilla un interesante artículo publicado en el último número de Descubrir el Arte. Los fotógrafos a los que se refiere conforman un grupo de artistas rusos denominados AES+F que, al igual que su propio nombre (acronismo formado por la suma de las iniciales de sus apellidos), trata de expresar bajo una misma forma distintas filosofías, doctrinas y lenguajes donde el arte protagonizaría una labor conciliadora.

Su primer proyecto se llevó a cabo en 1996 bajo el título Islamic Proyect al cual pertenece la imagen de cabecera. Según Lev Evzovich –uno de los integrantes del grupo- con la “superposición de civilizaciones (…) queríamos expresar que la globalización no pasa sólo en un sentido, sino que el Islam también llega a Occidente”. Como expresión de su peculiar visión del arte, crearon “una serie de monstruos de Frankenstein” como los llama Utrilla, donde vemos reconocibles edificios emblemáticos de ciudades como Londres , Moscú , Nueva York , París y el Vaticano , entre otros.

Su último proyecto que lleva por título Last Riot se compone de panoramas posapocalípticos cuyos protagonistas son niños y jóvenes dispuestos en la composición de tal forma que nos sugieren escenas de cualquier obra de El Bosco. Los “verdugos angélicos” posan en diferentes actitudes y situaciones en “una guerra limpia en la que no hay sangre, polvo ni suciedad” como apunta Evzovich. Estos panoramas han sido diseñados por ordenador mediante una técnica del detalle donde incluso podemos encontrar reminiscencias religiosas como es el caso de alguna piedad .

Como sucede con los videojuegos, el fotógrafo Vladimir Fridkes (el cuarto componente del grupo), expresa la querencia que sienten los niños y jóvenes guerreros hacia este tipo de comportamientos en los que podría hablarse de una “dulce e inexplicable atracción hacia la violencia”. Como en los videojuegos, digo, no hay sangre real ni muertes reales ni suciedad ni caos. La realidad comienza cuando uno decide abandonar la partida o apagar el aparato. Pero sus poses manieristas, su influencia a veces de Caravaggio e incluso con la presencia de bebés recuerdan el secuestro masivo de niños rusos en Beslán en septiembre de 2004. Tres años antes, AES+F realizó otro de sus proyectos por el que una vez más se adelantaría al futuro como “vernes” del siglo XXI. El proyecto, denominado The King of the Forest encerraba entre píxeles “a decenas de menores en ropa interior encerrados entre las cuatro paredes doradas de un palacio del Ermitage.

“Nos gusta componer imágenes para provocar reacciones en la gente”, argumenta Evzovich. Los comienzos del grupo así lo manifestaron de tal forma que decidieron fotografías a un grupo de ejecutivos sacándose las tripas como una cruel metáfora contra la corrupción. Humor negro y morbo es lo que parecemos necesitar, como muestra, el botón forrado en un vídeo donde Lady Di nos muestra las heridas mortales de su accidente en un striptease macabro y sugerente a la vez.

Metáforas de la vida y la muerte, de las pasiones del hombre. La inocencia de los niños juega con violentas ilusiones en campos minados por píxeles. Algunos lo llamarían poesía.

CON PIES DE PLOMO

CON PIES DE PLOMO

“Lo fabuloso es un universo maravilloso, que se adapta al mundo sin cuestionarlo ni incrementar su conexión. Lo fantástico, por el contrario, desvela un escándalo, una grieta, una extraña rotura insoportable para el mundo real. (…). Hay que tener en cuenta que en un mundo cada vez más extraño, lo fantástico carece de todo sentido. En un mundo de maravillas lo extraordinario pierde su poder”.

Roger Caillois en L´image fantastique

DE LO ESPIRITUAL EN EL ARTE

DE LO ESPIRITUAL EN EL ARTE

“Las banales teorías de la imitación, que dominan nuestra estética gracias a la dependencia absoluta de los conceptos aristotélicos en la que se halla nuestra cultura, nos han vuelto ciegos a los valores psíquicos que son punto de partida y meta de toda producción artística. En el mejor de los casos hablamos de una metafísica de lo bello, dejando al lado todo lo feo, es decir lo no clásico. Pero junto a esta metafísica de lo bello existe otra superior que abarca el arte en toda su dimensión y que más allá de toda interpretación materialista se manifiesta en toda creación, ya sea en las tallas de los maoríes o en cualquier relieve asirio. Esta concepción metafísica se basa en la idea de que toda producción artística no es otra cosa que la constatación continua del gran enfrentamiento en que se encuentra desde los comienzos de la creación y para todos los tiempos el hombre y su entorno. El arte no es más que una forma de expresión diferente de las fuerzas psíquicas, que ancladas en el mismo proceso condicionan el fenómeno de la religión y de las ideologías cambiantes”.

Wilhelm Worringer, 1906

 

¿Hablamos o callamos? 

PENTESILEA, REINA DE LAS AMAZONAS

PENTESILEA, REINA DE LAS AMAZONAS

Ya les hablé en alguna ocasión del magnífico ensayo de Eugenio Trías, Drama e identidad. En uno de sus últimos capítulos habla sobre la diferencia entre tragedia y drama, conceptos sobre los que tenemos la costumbre de hablar sin pararnos a pensar lo que uno y otro significan, calificando, errónea y superficialmente, tal o cual situación de trágica o dramática cuando en realidad ignoramos la incompatibilidad lógica que subyace en semejante identidad.

Damos el nombre de tragedia a aquella situación de conflicto entre dos fuerzas cuya resolución es imposible se haga lo que se haga de tal modo que en cualquier conflicto trágico sea cual sea la decisión que se tome para aliviarlo, no se consigue más que empeorar e intensificar la contradicción y el conflicto subyacentes. En el drama, sin embargo, el conflicto se resuelve de un modo u otro a través de un saber conceptual que se traduce en una acción del hombre. Este saber conceptual no es sino el momento de la interiorización del conflicto cuando éste se vuelve especulativo de tal forma que la acción (praxis) es producto de una decisión por la que los términos contrapuestos producen, por negación de la negación, la afirmación, lo que Trías denomina posición. Y esta filosofía lógico-ontológica del hombre no es sino el empuje por el que transformamos el mundo y sus estructuras.

Como decía al comienzo del post, tendemos a calificar con demasiada ligereza el desenlace de un drama como tragedia y Trías pone el ejemplo de Edipo y su decisión de arrancarse los ojos y expatriarse. Nada más lejos de la verdad. El acto de Edipo no es “trágico”, sino dramático porque toda decisión es siempre dramática y es ahí donde radica la diferencia con respecto a la tragedia, es ahí donde términos como fin, resolución o desenlace configuran el Logos concebido como drama y no como tragedia.

Para finalizar y ejemplificar el capítulo, Trías habla de la trágica existencia de Heinrich von Kleist. Toda su vida estuvo expuesta al contrapeso entre dos opciones: la búsqueda del equilibrio entre su desmesura y el orden establecido. Su suicidio ha sido interpretado como la culminación de su tragedia personal, sin embargo, y ahora que disponemos de las claves para descifrar la diferencia entre ambos conceptos, su muerte no fue sino un punto de encuentro y despedida de la tragedia en el universo del drama.

Kleist presta a sus personajes teatrales su propia indecisión y su duda constante, llegando incluso a presentarlos como hombres de acción en el momento justo de sus muertes adoptando una decisión que los redima de la tragedia. Sólo existe algo que lo impide, a saber, la razón, el pensamiento. De ahí que Kleist suma a sus personajes, en ese instante decisivo, a una especie de sonambulismo en el que la razón queda sometida a fuerzas más oscuras y, por supuesto, inconscientes.

Además de por derecho propio (entiéndase la afirmación como un guiño a mis queridos Ladydark y Jafatron) termino el post con la escenificación de la pieza teatral más célebre de Kleist, aquella en la que se nos relata el amor imposible entre Aquiles y Pentesilea.

“Pentesilea es la reina de las amazonas. Está comprometida en una lucha sin cuartel con los héroes griegos mandados por Aquiles. Pero aquí, al igual que en la Jerusalén Libertada, este conflicto esconde otro conflicto todavía más acerbo y más aciago: Aquiles y Pentesilea están irremediablemente enamorados.

Pentesilea sabe que en combate abierto será vencida por Aquiles. Sabe también que puede vencerlo en virtud de su poder de seducción.

Aquiles consigue al fin vencer a las amazonas. Pero se apresta a declarar que en realidad es él el vencido, ya que conducirá a la reina a su palacio y la tomará por esposa. Ignora al parecer el drama interior que se juega en el corazón de la reina, que le ama tiernamente, pero que no quiere vencerlo a través de las armas sino a través del corazón.

Por esta razón no acepta la invitación de Aquiles.

Llega el momento álgido del drama. Pentesilea no sabe qué hacer, no sabe si hacer, no logra determinarse, no consigue decidirse. Su razón bascula en los pros y contras, su razón parece enclavarse en el interrogante, al tiempo que una fuerza instintiva y soterrada comienza a apoderarse de ella en el instante en que esa razón comienza a estallar. Pentesilea se halla de pronto sumida en el estado sonambúlico, se dirige a caballo a toda velocidad hacia el campamento de Aquiles, llega hasta su presencia, tiende su arco, dispara una flecha y atraviesa el cuello del héroe. Entonces, presa de la desmesura, cual una ménade, se abalanza sobre el cuerpo muerto, lo despedaza y lo devora.

Pentesilea despierta sin saber qué ha sucedido. Pregunta donde está Aquiles. Su amiga le comunica su muerte y le insinúa el acto del que ha sido responsable inconsciente. Pentesilea pone entonces fin a su propia vida”.

Hasta mañana, que no es poco y además es viernes...

CUANDO DUERME LA RAZÓN, CANTAN LAS SIRENAS (y 2)

FRANZ VON STUCK_ Los pecados

DIE SUENDE , de Franz von Stuck, es la obra que he escogido para ilustrar el post de ayer. Este óleo sobre lienzo constituyó un desafío importante en la época en la que fue ejecutado aunque para nosotros, espectadores del siglo XXI, lo más llamativo sea el título inscrito en el marco de facturación propia. Sin embargo, les propongo un sencillo ejercicio y remontémonos a 1893, año de su ejecución. Para ayudarnos, leamos la opinión de Hans Carossa sobre la obra:

“La fama del cuadro nos impelía a través de las salas, sin detenernos jamás, y sólo abrimos los ojos cuando al fin estuvimos frente a él. Está expuesto en un monumental marco dorado, magnífico pedestal; un semicírculo de curiosos lo rodea (…) Hay obras de arte que refuerzan en nosotros la sensación de comunidad, y otras que nos invitan al individualismo; el cuadro de von Stuck pertenece a estas últimas. Esta figura nos empuja a todos a un camino solitario en el que antes o después tendremos que cruzarnos con una de sus hermanas vivas”

En el lienzo se nos muestra una mujer que con su torso desnudo asoma desafiante desde la penumbra con una enorme serpiente enroscada en torno a su pálida piel. Sin duda alguna, el placer que siente el espectador reside en la percepción visual de la obra, por cuanto en ella se puede disfrutar de los más variados estímulos, entre los que no falta alguna implicación erótica. Esta perversión sexual, que como tal estaba considerada, estaba ligada al fetichismo, al sadismo y al masoquismo.

En cuanto al contenido de la obra, El pecado (DIE SUENDE), nos muestra a través de una convincente composición, un secreto que nos fascina y que nos obliga a situarnos en los límites de cuanto puede decirse y mostrarse, es decir, en el terreno de lo fantástico. Aquí es donde nuestros pasos indecisos y torpes marchan sobre el abismo donde otro (von Stuck), con su osadía y su heroicidad y su imaginación creadora, nos señaló la brecha y el lugar donde cantan las sirenas. En este sentido puede considerarse este lienzo como una manifestación del arte fantástico, por cuanto que a escala emocional sirve, tanto al pintor como al espectador, de superficie a la que transferir metáforas, pasiones y deseos. Son estos últimos los que otorgan significado al cuadro y nos muestran cómo somos en una realidad borgiana mediante unas herramientas que tan bien maneja el artista: la insinuación y el calculado virtuosismo con que se muestran y se ocultan, en una verdad pictórica posible, nuestros secretos.

El deseo nos mueve, y es él quien pone en marcha el entramado psíquico del individuo, quien –a través de la imaginación- nos lleva de la mano hacia un nuevo mundo que “se nos hace visible” (fantasía). Allí es donde abandonamos nuestra condición de espectadores para convertirnos en voyeurs no sólo por la contemplación de imágenes prohibidas sino para satisfacer una de las necesidades básicas del ser humano: la curiosidad, la mirada indagadora, la voluntad de comprender.
“El límite siempre culpó al límite de que la vida estuviera de algún lado” y sin embargo sabemos que los únicos límites que existen son los que imponen nuestra mirada, nuestro deseo y nuestra imaginación.

CUANDO DUERME LA RAZÓN, CANTAN LAS SIRENAS (1)

En Salón de 1859, Baudelaire habla del gobierno de la imaginación. “Así como la imaginación ha creado al mundo, ella lo controla” dice al comienzo de su discurso. Pero “imaginación” no como aquella idea que de forma abusiva consideramos sinónimo de fantasía, sino más bien, como aquella imaginación creadora cuya función, mucho más elevada, hace que el hombre -hecho a semejanza de Dios-, guarde una especie de lejana memoria de este poder sublime por la que el Creador concibe, crea y mantiene su universo.

Entendamos el concepto baudelairiano tan tímidamente como él reconoce que lo pronuncia y demos un paso más precedido de la distinción que Roger Caillois desarrolla en L´image fantastique:

“Lo fabuloso es un universo maravilloso, que se adapta al mundo sin cuestionarlo ni incrementar su conexión. Lo fantástico, por el contrario, desvela un escándalo, una grieta, una extraña rotura insoportable para el mundo real. (…) Hay que tener en cuenta que en un mundo cada vez más extraño, lo fantástico carece de todo sentido. En un mundo de maravillas lo extraordinario pierde su poder”

Como fruto de la imaginación en tanto que motor creativo surge la fantasía como una forma de la primera para explorar y dotar de sentido al alma. Imaginación y fantasía no pueden considerarse, pues, sinónimos y ha de entenderse la segunda como el producto necesario del quehacer de la primera. Etimológicamente, fantasía deriva de la raíz verbal “hacerse visible” de tal modo que “la realidad es como esa imagen nuestra que surge en todos los espejos, simulacro que por nosotros existe, que con nosotros viene, gesticula y se va”. Estas palabras de Borges no hacen sino ubicar el objeto y el sujeto de la imaginación en el marco de lo fantástico. El objeto es la propia realidad de la que habla Rainald Goetz (“nada hay tan fantásticamente sobrecogedor como lo auténtico, nada tan increíble como la verdadera realidad”), una realidad que abarca sobre todo, al propio ser humano, al individuo y en un ejercicio de introspección el hombre se convierte así en objeto y sujeto al mismo tiempo.

Retomando las palabras de Caillois, la fantasía irrumpe en los márgenes de lo real y se mueve alejada de todo orden provocando una fisura allá donde habita la libertad total del hombre (Buñuel) y, es precisamente aquí, entre desórdenes, cuando en las artes plásticas ven la luz espacios y tiempos irracionales que Max Ernst definiría con una maestría casi poética: “cuando duerme la razón, cantan las sirenas”.

La fantasía se mueve siempre en un mundo intermedio, en los secretos, en las profundidades y abismos del ser humano. Osadía controlada que mira detrás de los espejos y escapa de lo conocido, de lo mediocre y lo establecido, capaz de transmutarse como un sistema abierto a nuevos terrenos.
En este mundo reina la fantasía y, a diferencia de otras manifestaciones artísticas limitadas por la época y las modas, el arte fantástico –por su atemporalidad- no puede verse amenazado porque su objeto no es otro que el hombre mismo y su conciencia.

Al hombre como héroe, sabedor de su limitada naturaleza, entre dios y marioneta (Kleist), se le ha concedido el don de la fantasía, aquella que “desarma toda la creación según leyes que proceden del interior más profundo del ama, reúne y articula las piezas, y crea con ellas un mundo nuevo” (Baudelaire).

“La naturaleza no tiene imaginación”. El hombre sí.

¿NOS LO/LA COMEMOS?

POST VIERNES 10 FEBRERO

Alguien habrá podido pensar que Vailima, o sea una servidora, se ha olvidado de que hoy es viernes. Error. Aquí estoy hoy de nuevo (no olviden echar un vistazo a la resolución de La Parte por el Todo de esta semana) para desearles un buen fin de semana. Les dejo esta hermosa imagen y les lanzo una pregunta a modo de reflexión (que puede hacerse pública, si se atreven):

¿Qué o a quién querrían comerse este fin de semana?

Séanme buenos y felices y, como en el cuento, a comer perdices.