UN HOMBRE DE PAGO
Un hombre de pago es el título con el que Neus Arqués conduce al lector por el mundo de la prostitución masculina. Les confieso que el tema me era desconocido pero la sorpresa de la obra radica, curiosamente, no en el personaje masculino que la ejerce sino en los sentimientos de las mujeres que confieren su universo.
La novela se despliega como un asombroso atlas de lugares, personajes e historias que convergen en un eje central: Iván, el aparejador que salió un día de La Habana y que, a la espera de una vida mejor, se ha convertido en un gigoló que nos habla de sus sentimientos con la voz de su compadre el Piesplanos mientras nos sirve una copa en el Hemingway.
La historia se desarrolla en blanco y negro, lo sé, como la vida triste de Rosa, una dermatóloga a la que su marido ha abandonado por una mujer más joven, la misma Rosa que alentada por su masajista decide un día contratar los servicios de un gigoló. O como la vida también triste de Bel, a quien los revolcones en la cama con Iván harán olvidar la ruptura de su matrimonio. La primera paga, la segunda no, pero ambas y por diferentes caminos, esperan lo mismo y lo mismo obtienen.
Todos los Hombres somos así, ¿existe algo mejor que el sexo con una escultural pareja que hace que te olvides del mundo porque el mundo es tu montera? Pues sí, nos dice Rosa, “parte de la satisfacción de ligar consiste en explicarlo después a tus amigas, y la que diga que no, miente”. Tras esta reflexión, se aparece la verdad más cruda, la realidad más palpable. El amor y es entonces cuando uno debe callar y esperar una respuesta.
Las dos mujeres de Un hombre de pago se ven obligadas al silencio, al lenguaje de los sentimientos donde lo económico ya carece de importancia. Sus incertidumbres obtienen por fin una respuesta, “tenemos muchas vidas posibles y elegimos una, y esa opción sólo funciona si renegamos de las demás. No podríamos resistir una sobredosis de felicidad permanente” –dice Bel-.
Quizás se equivoque en esto último. Elegimos una renegando de las demás y lo hacemos con la absoluta certeza de que nadie puede resistir una sobredosis de infelicidad.
“P´alante, mi hermano” aunque sea en blanco y negro como la de lván, Rosa y Bel. Como la nuestra muchas veces.
Gracias, Neus.
11 comentarios
Antoine -
Una iniciativa genial, la de promocionar el libro a través de un blog.
Espero que le vaya bien, yo tengo pensado hacer algo parecido desde hace tiempo.
Un placer poder leerte de nuevo.
ladydark -
Charles de Batz -
Esa cita que haces: parte de la satisfacción de ligar consiste en explicarlo después a tus amigas, y la que diga que no, miente, me recuerda a la anécdota de Dominguín y Ava Gardner, que no creo necesario recordar a nadie por demasiado conocida.
En cierta manera, se trata de esa necesidad de confirmar \\\"en sociedad\\\" nuestros méritos para que tengan algún valor.QUizá se dependa demasiado de la aprobación de los demás.
Sobre la cuestión de las elecciones, pienso que es algo que hacemos de continuo, no con respecto a uno u otro tipo de vida, sino en relación a las diferentes oportunidades que nos encontramos en nuestro camino.
Ultreia Vailima
Virginia -
Jafatron -
En cuanto al libro, quizás sea verdad que elegimos una vida de entre todas las posibles. Cuando te encuentras en blanco y negro con la tuya creo que el peligro es más a qué te agarras para tirar palante. A veces se corre el riesgo de cambiar a otra vida no elegida en esa escapada desesperada hacia delante.
Saludines
Palimp -
el brujo don carlos -
Herri Otrow -
Un placer volver a leerte Vailima.
Herri Otrow -
Y sí, probablemente se equivoquen, lo de la sobredosis de felicidad permanente queda muy bien literariamente, pero estoy más con tu argumento.
Es un placer poder leerte de nuevo.
Ricardo -
¡P\'alante, Vailima!
Lola -