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LOS JUEGOS GALANTES (RELATO ERÓTICO)

LOS JUEGOS GALANTES (RELATO ERÓTICO)

Se da el caso de que yo nunca he escrito una historia erótica, ni jamás había pensado en hacerlo, pues me considero poco hábil en el arte de la escritura y más aún en la narración de sucesos que pueden sonrojar el rostro de personas de natural tan tímido como lo soy yo. Sin embargo, las solícitas invitaciones de mis muy apreciados amigos bitacoreros, encabezados por la promotora Vailima, han terminado por tentar mi ánimo y empujarlo a participar, de algún modo, en tan festiva convocatoria.

Dicho lo que antecede, el lector comprenderá que lo que a continuación expongo no sea una narración fantasiosa inventada por mí, sino que aprovechando la ocasión voy a darles a conocer el texto de dos cartas, nunca traducidas a nuestro idioma, que el señor de Lupiac, Antoine de Bonfils, y su esposa, Madame de Lupiac –Marie Desgrenouilles, de soltera-, intercambiaron entre ellos, y cuyo contenido considero que bien podría tener lugar en esta alcoba a la que me invitáis a pasar.

Sepan los que no conocen a los personajes, que éstos vivieron en Paris allá por la segunda mitad del siglo XVIII, y que su relación, como fue con alguna frecuencia en aquel contexto, era de total permisividad y licencia, llegándose al punto de regocijarse uno y otro de los esposos en contarse vía epistolar sus progresos en el “ars amandi” del que tanto aprendieron en el rijoso Ovidio.

La primera de las cartas está fechada en París el 14 de marzo de 1783, y dice así:

Carta de Antoine a Marie

“Querida esposa:

Me pedís que elija a mi favorita, que os diga cuál de las tantas mujeres con las que he tenido trato de intimidad en estos últimos años, ha sido la que de mejor forma ha complacido mis deseos. Imposible de decirlo Señora, pues todas ellas han demostrado tener dotes más que suficientes para hacerlo…

De la Marquesa de C., adoro esos maravillosos senos que parecen querer recuperar en el amor aquello que perdieron alimentando a sus niños. Su piel parece estar pidiéndolo, pues es blanca y suave, y su caricia delicada como la de una flor. Mi amigo todavía se emociona recordándose sumergido en medio de esa enorme marea encabezada por dos gigantescos y deliciosos pezones.

La joven Mmlle. D. parece inocente por su edad, y gusta de encontrarse conmigo a espaldas de sus padres, excusando ante ellos ir a montar al bosque… ¡Y vaya si lo hace! que su inocencia se desata, como hace con sus coletas, en cuanto me empuja a la espesura, y sin esperar a estar del todo desprendidos de nuestras ropas, salta sobre mí lanzando terribles alaridos que asustan a nuestros propios caballos.

Es conocida la afición de M. por el clavecín, lo que no es tan sabido es el gusto que tiene por tocarlo aún cuando está disfrutando de los placeres de Venus. No le importa dar la espalda a su amante, y éste no pone impedimento en ello, si con eso adorna con música los momentos de amor.

Por desgracia o por fortuna, que de ambos hay en este negocio, es poca la música que puede salir de ella: a medida que avanza nuestra pasión las teclas suenan cada vez peor, pues no es con la rodilla el modo más adecuado de hacer sonar la clave, ni con las dos a la vez, y menos aún teniendo este pequeño instrumento que soportar el peso de un cuerpo, el empuje de otro y el golpe ocasional sobre sus teclas de mi puño.

¿Queréis seguir sabiendo, querida esposa?; pues os diré que también recurrí a los servicios de la Bachantte, la más famosa y experimentada cortesana que tiene París, aquella a quien el Señor de Mirabeau dedicó estos versos:

                                         Vous ne vous agenouilliez pas Madame

                                         Que vous vous allez souiller vous

                                         ne vous agenouillez pas…

                                         que vous vous allez souiller la moustache

Como él, yo también disfruté del plato más conocido de tan afamada cocinera, en el que con la sola prenda de una manzana en la mano y un arco en la otra, simula ser la estatua de una Diana cazadora, avanzando con su pie hacia su presa.

El juego, como ya sabréis, consiste en gozar de los más variados placeres con dicha estatua, mientras ella permanece inmutable en esa posición, no pudiendo evitar el exhalar por su boca, levemente abierta, suspiros imperceptibles acompañados de placenteras vibraciones en la mirada. Nadie debe oirla gozar por mucho que se le haga, pues su ahijada –que nos acompaña en la habitación tocando la viola de gamba con los ojos vendados-, cesará cualquier música al menor gemido, y eso será señal de que nuestra deseada Bachante no cobrará por sus servicios…

Temo aburriros si continuo mi narración pero os diré, querida esposa, que con esto no he hecho sino empezar a describir las virtudes de aquellas que conmigo han compartido los placeres del amor.

Continuaré en otra ocasión, pues he de prepararme para recibir a la viuda de C. que, como sabéis gusta del amor artificioso, acompañado de disfraces y las más inimaginables fantasías… “


A esta carta responde al día siguiente su mujer con otra, en la que dice lo que sigue:

Carta de Marie a Antoine

“Mi querido esposo:

Sabed que tampoco yo quedo en mal lugar, y como esposa vuestra, también he dado oportunidad a la galantería, sin que haya tenido motivo para arrepentirme de ello, sino más bien todo lo contrario.

Mucho me solicitó aquél joven cadete a quien conocí en el salón de Mme. L. y que no pudo esperar a llegar a mi casa para requerirme en amores. En el mismo coche –gracias a Dios era cubierto-, levantó mis ropas y, sin pedir ninguna licencia, comenzó a deslizar su mano por aquel lugar donde se pierde la inocencia, mientras me besaba con toda la pasión de la juventud.

Al llegar a casa mandó retirarse al servicio, y en la mitad de la escalera, sin poder esperar más, me tomó mientras aguantaba todo mi cuerpo con sus brazos y apoyaba mi espalda contra la pared.

Monsieur H. es más delicado, y gusta más del refinamiento. Le recibo vestida a la manera romana, y entretiene mucho su tiempo en mirarme, solicitar que recorra mi cuerpo con mis propias manos, y observar cómo a medida que lo hago, me voy arqueando y el vestido pegándose a mi talle. Llegados a esto acaricia con su mano la marca que dejan los pezones en el vestido, mientras recorre con su boca cuello y labios, y nuestras manos juegan las unas con las posesiones del otro…

¡En fín, querido esposo! Podría contaros lo que he gozado en tantos encuentros que no terminaría de escribir en muchos días, así que si os parece os emplazo a que en próximas cartas continuemos relatándonos nuestras galanterías. Ahora he de dejaros pues debo salir a encontrarme con un conocido capitán de la armada de su majestad.

Vuestra esposa que os ama

Marie”

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De la lectura de estas dos cartas, incluidas en su obra “Juegos galantes” se evidencia tanto por parte de Antoine de Bonfils como de su esposa, una perfecta y modélica complicidad que llega al extremo de traducirse en un hermoso intercambio epistolar en el que uno y otra se narran sus diferentes aventuras galantes.

He seleccionado estas dos cartas para dároslas a conocer con motivo de la muestra convocada por nuestra amiga Vailima por dos motivos: el primero, por considerar que en cierta medida sus contenidos cumplen con lo que se pide; en segundo lugar, porque con fecha 15 de marzo de 1783, Antoine de Bonfils anotaba en su diario, al pie de una transcripción resumida de la carta de su esposa:

“… y aquella noche, la viuda de C. disfrutó de los placeres del amor con un capitán de la armada de Su Majestad, como en otras ocasiones lo había hecho Monsieur H. con la Bachantte, o aquél joven cadete con la Marquesa de C. …”

 

Autor: Charles de Batz

8 comentarios

jhjghgfy -

´NÑn´p´ñ´k-ll.lkikj,klj,kj,jmmjmj jkjm,jk

Charles de Batz -

Aunque tarde, por fín puedo aparecer por aquí para saber que es lo que opina el respetable de aquellas cuartillas mecanografiadas que envié en su momento a mi amiga Vailima.

La satisfacción es múltiple pues al agradecimiento que siento hacia Antoine -tocayo de uno de los protagonistas del cruce epistolar- Vailima y Jafatron por su generosas palabras, añado redoblados aplausos a Migratoria, por esa referencia a "La extraordinaria historia de Antoine de Bonfils"; a mi buen amigo Herri, por su recuerdo a esos libros que nunca existieron pero siempre quisimos tener; y, por supuesto, a la misteriosa Marie -la supongo Madame de Lupiac-, por su entrada en escena con tan gran acierto y sentido del humor.

Muchas gracias a todos.

Herri -

Uno, que hasta hace poco navegaba por mares lejanos, ha acudido a su librero en busca de "Juegos Galantes" de Antoine de Bonfils, y de inmediato ha recordado lo que le sucedió cuando aún siendo jovencito fué en busca de un libro después de leer un relato de Borges.
Sin palabras me dejas, Charles; todo lo que a mi juicio debe ser un cuento se encuentra en este.
Me quito el sombrero, la chaqueta, la camisa...., no sigo.

Marie, Madame de L. -

Monsieur Conde, estas breves líneas os las envio através de mi amiga Madame de V., como vereis discreta y encantadora dama. Aunque un cierto pudor acude a mi, al ver expuesto a la luz de los ojos curiosos las misivas que mi adorado esposo y yo compartimos durante nuestros fecundos y alegres años, no puedo evitar agradeceros que hayais rescatado del olvido mis recuerdos. ¡Cuánto tiempo ha pasado, y sin embargo, qué poco ha cambiado el placer! Sirvan nuestras palabras como enseñanza para futuros amantes, y gracias a vos, por traer una sonrisa y una evocación deliciosa a mi retiro.

Vailima -

Al recibir tu relato por email quedé entusiasmada. Sin duda, lleva tu firma: sensibilidad y elegancia que sin duda brotan de la mano de un "escribidor" con gusto. Las palabras fluyen con soltura y una suavidad, sin duda, extremadamente galante.

migratoria -

Es frecuente que los grandes autores se escondan bajo un seudónimo para lanzar su yo profundo al aire, sus íntimas vibraciones. Quienes hemos leído, con gran placer, «La extraordinaria historia de Antoine de Bonfils», de Pierre Desmouleux, sabemos de los méritos de este autor, de su finura, sutileza y de su «savoir faire» en los ejercicios de estilo. Ahora, Charles de Batz vuelve a acercarnos a él.

Inteligente juego de múltiples complicidades..., narrado excelentemente, como es habitual. ¡Delicioso, magnífico, Charles de Batz! ¡Aplausos! ¡Cómo me ha gustado!

Jafatron -

La complicidad que demuestran esas cartas es envidiable, pero cuando se lee la nota final se convierte en pura envidia cochina.
Muy buena elección Charles, me ha encantado.

Antoine -

Muy bueno Charles!!!.
Elegante, sensual, pero sobre todo entretenido. Si hay un premio final, yo voto por éste.