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EL DEVENIR DEL EGO: PATAKYS Y YOIDADES

EL DEVENIR DEL EGO: PATAKYS Y YOIDADES

La belleza física es un regalo de la madre naturaleza y por su carácter gratuito nadie posee por ello ni mérito ni desmérito. Te ha tocado en suerte ser como eres y sólo los cirujanos pueden, como las hadas buenas en el cuento de la Bella durmiente, remendar lo que en tu físico nació como irremediable.

A medida que pasa el tiempo y, justo en el momento en que uno se acepta tal y como es, justo –digo- empieza la segunda ley a hacer de las suyas. Entonces es cuando, frente al espejo, uno se enfrenta a sí mismo y emerge la madurez que hayamos podido adquirir. Sin embargo, hay golpes en la vida, yo no sé, en los que la naturaleza vuelve a despertar, como un renacer de la memoria, y te ataca con un catarro descomunal por el que corren ríos de mocos, lagrimeo constante y tos machacona a ritmo de batuka. A fuerza de eliminar esas secreciones resbaladizas y pegajosas, la nariz se va transformando en anejo incómodo mientras su volumen aumenta de forma vertiginosa y su color adquiere una tonalidad vespertinamente cazallera. En este punto, cualquier humano se asemeja a un trol porque además, una vez perdidos olfato y gusto, y el oído parcialmente (tan grande es la invasión), no te queda otra que dejar brotar tu malestar y mala leche allá por donde vas. Cuando uno cree que esta fase está siendo superada, la naturaleza de nuevo te recuerda que eres objeto de estudio antropológico y descarga sobre ti y sobre tu labio superior (el de la boca, matizo) un peazo pupón que hace de los labios de la Cañadas una mariconada comparada con semejante carnosidad en efervescencia.

Entonces, una se defiende con el sentido de la vista y sabiéndose arrebatadoramente horripilante frente al espejo, echa mano de los medios de comunicación más que nada para evadirse de la autoconciencia de fealdad demoledora que atraviesa. Y joder, Santo Tomás, qué difícil nos lo pusiste, que veo a la Pataky toda buena ella, sin mocos, sin fiebre, sin lágrimas, sin pupas, sin ese rabiar que toca los cojones, seguro que sin la regla, ni ovulaciones ni nada, que la veo –repito- en todos sitios y por doquier, chupando un peazo polo magnum parabellum como quien se deleita en una también buena mamada de forma descarada y siento envidia y odio claramente humanos y femeninos, muy femeninos. Y me fumo un cigarro por el único hueco de la boca que permanece incólume y pienso que esto de la belleza física es un regalo de la madre naturaleza y que coño, que menuda mala suerte he tenido, que la estrella de las portadas podía haber sido la Rossy de Palma chupando un grifo minimalista y yo me hubiera encontrado mucho mejor. Pero claro, lo que es gratis es gratis y yo me voy el fin de semana a Madrid con mis pañuelitos y mi pupón y eso, que el sábado a las nueve y cuarto de la mañana estaremos Tio Petros y una servidora en la Terminal 4 con toda la mañana por delante y si alguien quiere tomarse un cafecito, pues que lo diga o que me mande un email. Lo mismo yo tiro la casa por la ventana y me como un polo como el de la Pataky porque una vez de estar en la capital del imperio quiero sentirme como una reina.

Lo dicho.

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