LAURENTIUS MINOR O EL PODER DE LA SUGESTIÓN
Quattrocento florentino. Botticelli recibe el encargo de pintar la Primavera para su joven mecenas Lorenzo de Pierfrancesco di Medici. Laurentius minor, como se le llamaba para distinguirlo de su poderoso pariente, contaba con catorce o quince años cuando su tutor, Marsilio Ficino, se vió en la obligación de encargar al pintor una alegoría de carácter moral bajo la apariencia de la mitología clásica que provocara que su pupilo abriera los ojos al concepto de Humanitas renacentista.
Este principio moral, pedagógico estaba representado por la figura de Venus, pues la misma Humanitas es una ninfa de gentileza excelente (...). Su alma y su mente son el Amor y la Caridad, sus ojos la Dignidad y la Magnanimidad, las manos Liberalidad y Magnificencia, los pies Gentileza y Modestia. El conjunto es, por tanto, Templanza y Rectitud, Encanto y Esplendor.
Ficino no se cansa de ensalzar la nobleza de la vista y la sublimidad de la belleza visual, ya que nada más fácil para un muchacho como su discípulo que no hacer esfuerzo intelectual alguno ya que el mensaje le entraba por el ojo. En este punto, Lorentius minor no se diferencia tanto de mi hijo de diez años, ni siquiera el mensaje de Ficino se desvía del mío como madre a pesar del momento histórico. El joven florentino tenía a su disposición tutores y medios; mi hijo tiene unos padres con estudios superiores, profesores y medios con los que el mecenas no hubiera soñado jamás. Sin embargo y, muy a mi pesar, a mi Ignatius le faltan ganas.
Y me diréis a qué viene todo este rollo de Lorenzo, Ficino y de la Humanitas. Pues viene a cuento porque mi hijo me formuló no hace mucho tiempo la siguiente pregunta:
- mamá, ¿por qué tienen que existir los libros?
¿Os imagináis al bueno de Botticelli pintando una game cube de donde surgen tres pockemon de la mano intentando capturar en su pockeball a Simonetta Vespucci?
Este principio moral, pedagógico estaba representado por la figura de Venus, pues la misma Humanitas es una ninfa de gentileza excelente (...). Su alma y su mente son el Amor y la Caridad, sus ojos la Dignidad y la Magnanimidad, las manos Liberalidad y Magnificencia, los pies Gentileza y Modestia. El conjunto es, por tanto, Templanza y Rectitud, Encanto y Esplendor.
Ficino no se cansa de ensalzar la nobleza de la vista y la sublimidad de la belleza visual, ya que nada más fácil para un muchacho como su discípulo que no hacer esfuerzo intelectual alguno ya que el mensaje le entraba por el ojo. En este punto, Lorentius minor no se diferencia tanto de mi hijo de diez años, ni siquiera el mensaje de Ficino se desvía del mío como madre a pesar del momento histórico. El joven florentino tenía a su disposición tutores y medios; mi hijo tiene unos padres con estudios superiores, profesores y medios con los que el mecenas no hubiera soñado jamás. Sin embargo y, muy a mi pesar, a mi Ignatius le faltan ganas.
Y me diréis a qué viene todo este rollo de Lorenzo, Ficino y de la Humanitas. Pues viene a cuento porque mi hijo me formuló no hace mucho tiempo la siguiente pregunta:
- mamá, ¿por qué tienen que existir los libros?
¿Os imagináis al bueno de Botticelli pintando una game cube de donde surgen tres pockemon de la mano intentando capturar en su pockeball a Simonetta Vespucci?
1 comentario
Amanda -
Algunas tenemos ese mismo problema. No puedo ayudar a mis hijos, no quieren.
Cuánta frustación!!