EL CENTRO DE EQUILIBRIO
Soy de los que opinan, que cuanta más información dispongamos a la hora de contemplar una obra de arte, mayor es el grado de disfrute sobre la misma. Y no me refiero solamente al conocimiento sobre el artista y su época, o sobre la temática de la obra. La técnica con la que ha sido creada o parida la obra me confiere igualmente un placer semejante al que me ofrecen los sentidos.
Por la razón anteriormente expuesta, permítanme que les muestre un aspecto técnico de la obra de arte que, aunque lo normal sea que pase inadvertido, inconscientemente y sustancialmente nos permite y nos hace posible el disfrute sobre lo que contemplamos. ¿Me acompañan?
En una obra de arte, el centro de equilibrio viene dado por la disposición de las formas que constituyen la obra. Más o menos, sería algo así como el lugar donde se compensan los pesos visuales. Sin embargo, y de forma recíproca, el centro es el que da sentido de composición a cada componente, en la medida en que el significado de las formas depende de su posición en relación al todo de la obra.
El artista, pues, tiene que tener en cuenta estos dos factores en su proceso creador: por una parte debe equilibrar los componentes de manera que mantengan un equilibrio en torno al centro de la composición global, o sea, debe determinar la función de cada componente en su relación al centro y, por otra, bastante difícil por cierto, debe justificar la desviación con respecto al centro de todo aquel elemento no ubicado en el mismo. Vamos a ver si me hago entender poniendo un ejemplo.
La dinámica visual de un obra de arte es análoga a la dinámica de la música diatónica. Me explico: en un sistema tonal la expresión y significado de todo tono o frase se desprende de la fuerza con la que se eleva o desciende por encima o por debajo del nivel de la tónica. Del mismo modo, en una composición visual, el centro de equilibrio sirve de base tonal a la melodía de la obra.
La composición de una obra de arte puede estar distribuida en torno al centro de diferentes maneras. En muchos casos, podemos ver que el centro de equilibrio de un cuadro está representado por una forma o acción que resume en pequeño el tema de toda la obra, pero la verdadera función del centro es hacer de núcleo de toda la obra.
De esta manera, el grado de tensión de la composición será más alta o más baja en función de la orientación espacial de las formas o vectores principales de la obra. Cuando estos vectores se refieren básicamente a las direcciones del sistema de referencia vertical/horizontal e interactúan en ángulos rectos, decimos que el nivel de tensión es bajo. Por el contrario, cuando éstos se desvían del sistema de referencia básico, tomando direcciones oblicuas, decimos que el grado de tensión es alto. Ilustrémoslo con un simple ejemplo:
Imagínense dos adversarios que se encuentran ambos sobre la misma base horizontal; su posición espacial los equipara. Sin embargo, imagínense ahora estos mismos adversarios uno por encima del otro (¿recuerdan la escena de la barbería de Chaplin en El gran dictador?) con respecto a esa base. Evidentemente en una composición vertical, el que un componente esté por encima de otro constituye una ventaja. ¿Por qué? Pues porque estar por debajo supone tener que vencer la atracción gravitatoria además del empuje del oponente.
Si, por lo general, es la verticalidad la dominante en muchas obras de arte, no por esto desmerece el eje horizontal que cruza horizontalmente el centro de equilibrio y divide el espacio pictórico en dos mitades, una superior y otra inferior.
Para ejemplificar esta cuestión, me voy a basar en el cuadro atribuido a Caravaggio, Narciso para que visualicemos el concepto en cuestión.
Este cuadro nos sirve para aplicar el esquema de las mitades simétricas a la figura humana. Fíjense cómo el borde del agua está situado justo por debajo del centro geométrico. Con esta distribución del espacio obtenemos que el peso visual dominante sea la mitad superior del cuadro. Como dijimos más arriba, la horizontalidad nos garantiza igualdad de oportunidades entre los miembros del diálogo y exige, por eso, que elementos suplementarios decidan cuál de las dos formas consigue mayor peso. En el cuadro que nos ocupa, la división transversal da superioridad al Narciso real y no a su reflejo. Trucos del marierismo que convierten la temática en paradoja: la distribución de pesos es tal que, en contra de la importancia que se le atribuye al reflejo, es por contra, el objeto de atención del personaje principal (Narciso).
Como vemos, la asimetría es un elemento intrínseco a la división transversal, y tiene tanta fuerza que ni siquiera un tema simétrico como el de Narciso y su reflejo, puede superarla.
Bueno, por esta vez, hasta aquí hemos llegado. Les recomendaría que la próxima vez que tengan la oportunidad de contemplar una obra de arte, tengan en cuenta aspectos como el que hoy he tratado en el post. En un ejercicio mental, que les llevará poco tiempo, intenten descubrir dónde se encuentra el centro de equilibrio, qué componentes nos llevan a él, qué sucedería si el artista (ahora nosotros mismos) hubiera trastocado los pesos visuales, cuál es el eje geométrico horizontal o vertical- que divide la composición... en fin, podemos dibujar en nuestra mente otra obra de arte partiendo de la que contemplamos). Al igual que yo, llegarán a la conclusión de que lo que vemos es, parafraseando a Leibniz el mejor de los posibles..., pero seguro que a su momento de gustirrinín estético le habrán añadido unos granitos de pimienta.
Por la razón anteriormente expuesta, permítanme que les muestre un aspecto técnico de la obra de arte que, aunque lo normal sea que pase inadvertido, inconscientemente y sustancialmente nos permite y nos hace posible el disfrute sobre lo que contemplamos. ¿Me acompañan?
En una obra de arte, el centro de equilibrio viene dado por la disposición de las formas que constituyen la obra. Más o menos, sería algo así como el lugar donde se compensan los pesos visuales. Sin embargo, y de forma recíproca, el centro es el que da sentido de composición a cada componente, en la medida en que el significado de las formas depende de su posición en relación al todo de la obra.
El artista, pues, tiene que tener en cuenta estos dos factores en su proceso creador: por una parte debe equilibrar los componentes de manera que mantengan un equilibrio en torno al centro de la composición global, o sea, debe determinar la función de cada componente en su relación al centro y, por otra, bastante difícil por cierto, debe justificar la desviación con respecto al centro de todo aquel elemento no ubicado en el mismo. Vamos a ver si me hago entender poniendo un ejemplo.
La dinámica visual de un obra de arte es análoga a la dinámica de la música diatónica. Me explico: en un sistema tonal la expresión y significado de todo tono o frase se desprende de la fuerza con la que se eleva o desciende por encima o por debajo del nivel de la tónica. Del mismo modo, en una composición visual, el centro de equilibrio sirve de base tonal a la melodía de la obra.
La composición de una obra de arte puede estar distribuida en torno al centro de diferentes maneras. En muchos casos, podemos ver que el centro de equilibrio de un cuadro está representado por una forma o acción que resume en pequeño el tema de toda la obra, pero la verdadera función del centro es hacer de núcleo de toda la obra.
De esta manera, el grado de tensión de la composición será más alta o más baja en función de la orientación espacial de las formas o vectores principales de la obra. Cuando estos vectores se refieren básicamente a las direcciones del sistema de referencia vertical/horizontal e interactúan en ángulos rectos, decimos que el nivel de tensión es bajo. Por el contrario, cuando éstos se desvían del sistema de referencia básico, tomando direcciones oblicuas, decimos que el grado de tensión es alto. Ilustrémoslo con un simple ejemplo:
Imagínense dos adversarios que se encuentran ambos sobre la misma base horizontal; su posición espacial los equipara. Sin embargo, imagínense ahora estos mismos adversarios uno por encima del otro (¿recuerdan la escena de la barbería de Chaplin en El gran dictador?) con respecto a esa base. Evidentemente en una composición vertical, el que un componente esté por encima de otro constituye una ventaja. ¿Por qué? Pues porque estar por debajo supone tener que vencer la atracción gravitatoria además del empuje del oponente.
Si, por lo general, es la verticalidad la dominante en muchas obras de arte, no por esto desmerece el eje horizontal que cruza horizontalmente el centro de equilibrio y divide el espacio pictórico en dos mitades, una superior y otra inferior.
Para ejemplificar esta cuestión, me voy a basar en el cuadro atribuido a Caravaggio, Narciso para que visualicemos el concepto en cuestión.
Este cuadro nos sirve para aplicar el esquema de las mitades simétricas a la figura humana. Fíjense cómo el borde del agua está situado justo por debajo del centro geométrico. Con esta distribución del espacio obtenemos que el peso visual dominante sea la mitad superior del cuadro. Como dijimos más arriba, la horizontalidad nos garantiza igualdad de oportunidades entre los miembros del diálogo y exige, por eso, que elementos suplementarios decidan cuál de las dos formas consigue mayor peso. En el cuadro que nos ocupa, la división transversal da superioridad al Narciso real y no a su reflejo. Trucos del marierismo que convierten la temática en paradoja: la distribución de pesos es tal que, en contra de la importancia que se le atribuye al reflejo, es por contra, el objeto de atención del personaje principal (Narciso).
Como vemos, la asimetría es un elemento intrínseco a la división transversal, y tiene tanta fuerza que ni siquiera un tema simétrico como el de Narciso y su reflejo, puede superarla.
Bueno, por esta vez, hasta aquí hemos llegado. Les recomendaría que la próxima vez que tengan la oportunidad de contemplar una obra de arte, tengan en cuenta aspectos como el que hoy he tratado en el post. En un ejercicio mental, que les llevará poco tiempo, intenten descubrir dónde se encuentra el centro de equilibrio, qué componentes nos llevan a él, qué sucedería si el artista (ahora nosotros mismos) hubiera trastocado los pesos visuales, cuál es el eje geométrico horizontal o vertical- que divide la composición... en fin, podemos dibujar en nuestra mente otra obra de arte partiendo de la que contemplamos). Al igual que yo, llegarán a la conclusión de que lo que vemos es, parafraseando a Leibniz el mejor de los posibles..., pero seguro que a su momento de gustirrinín estético le habrán añadido unos granitos de pimienta.
11 comentarios
Analia -
miguel angel -
Angelica -
diana -
candela -
candela -
candela -
noelia -
casandra -
Tio Petros -
Gracias
Tio Petros -
Pero me sume en un mar de preguntas: ¿Es el centro de equilibrio un punto cualquiera del cuadro, o debe estar cerca del centro del mismo?
¿Es siempre obvio cuál es el centro de equilibrio de una obra? Estoy pensando por ejemplo en la última cena de Leonardo, donde las líneas de fuga convergen en la cabeza de cristo...
La frase "el artista debe equilibrar los componentes de manera que mantengan un equilibrio en torno al centro de la composición global" es un principio general, o puede ser violado, precisamente para intentar reflejar un desequilibrio?