LA FÁBULA DEL ASNO DESCONOCIDO
...O COMO LA IGNORANCIA HACE OSADOS A LOS HOMBRES PARA CONDENARLOS
Aunque el título pueda despistarles no se trata de ninguna narración moralizante que se les haya podido escapar en su infancia. Más que nada, se trata de relatarles en pocas palabras, lo que un comentarista con mala leche ha dejado escrito en mi blog. El tipo en cuestión, de nombre desconocido (aunque no su IP), me deja esta perla literaria en uno de mis post:
TODOS LOS LIBROS DE DANTE SON UNA MIERDA
Muy bien, señor mío, ya lo ha soltado, quédese tranquilo pues. No tengo ningún interés en que a usted (anónimo que no desea dejar rastro de su persona, anónimo para mí puesto que lo que no es nombrable no existe en estos casos) le guste Dante, Stevenson o el libro de cocina de la Pantoja. Mire si es fácil que ni tan siquiera tendría que molestarse en leer mis post.
Sin embargo, la condición humana no deja de sorprenderme. Uno baja a la calle, levanta la pata y se mea en el árbol que quiere. Y eso es lo que algunos hacen y se llaman hombres. Si le sirve para desahogarse, como autoterapia y, además gratuita, adelante. Siempre que sea respetuoso con mi persona y con el resto de blogueros usted está invitado a venir y a mearse. Lo que ocurre en estos casos, generalmente, es que si el elemento levanta mucho la pata para abarcar más territorio de lo que sus posibilidades le permiten, entonces ocurre lo inevitable.
Por una parte, deja al descubierto sus huevos que, en este caso significa que como administradora del blog no pienso eliminar el comentario para su vergüenza. Por otra parte, puede perder el equilibrio y caerse de espaldas que, en este caso significa que como administradora del blog puedo eliminar todas aquellas intervenciones que me molesten. Y por último, voy a atreverme a realizar una apología de la mirada: en todas las situaciones siempre hay alguien que mira. Y los voyeurs se fijan en los detalles, en aquello que al resto pasa desapercibido. Mire por dónde, que se ha topado con una. Veo desde mi ventana un asno, con grandes orejas que acogen un estilizado capirote, sí, como los de Goya para ser más gráfica. El animal rebuzna, pero no me molesta su lenguaje, sino el sonido con el que lo emite. Si usted me dice que no le gustan los libros de Dante, pues a mí tampoco las lentejas. Pero si usted, casi con enfado metafísico, me planta que los libros de Dante le parecen una mierda... pues como que es otra cosa (por su falta o exagerada sonoridad). Un poquito de por favor y a ser más respetuoso. Pero sigo mirando y deduzco que usted no ha leído un verso de la Comedia, llamada Divina por sus contemporáneos y, si esto fuera un concurso, no sería capaz de decirnos el título de otra de las obras de este deleznable (según su punto de vista) autor.
¿Ha entendido ahora porqué este post es una fábula?
Aunque el título pueda despistarles no se trata de ninguna narración moralizante que se les haya podido escapar en su infancia. Más que nada, se trata de relatarles en pocas palabras, lo que un comentarista con mala leche ha dejado escrito en mi blog. El tipo en cuestión, de nombre desconocido (aunque no su IP), me deja esta perla literaria en uno de mis post:
TODOS LOS LIBROS DE DANTE SON UNA MIERDA
Muy bien, señor mío, ya lo ha soltado, quédese tranquilo pues. No tengo ningún interés en que a usted (anónimo que no desea dejar rastro de su persona, anónimo para mí puesto que lo que no es nombrable no existe en estos casos) le guste Dante, Stevenson o el libro de cocina de la Pantoja. Mire si es fácil que ni tan siquiera tendría que molestarse en leer mis post.
Sin embargo, la condición humana no deja de sorprenderme. Uno baja a la calle, levanta la pata y se mea en el árbol que quiere. Y eso es lo que algunos hacen y se llaman hombres. Si le sirve para desahogarse, como autoterapia y, además gratuita, adelante. Siempre que sea respetuoso con mi persona y con el resto de blogueros usted está invitado a venir y a mearse. Lo que ocurre en estos casos, generalmente, es que si el elemento levanta mucho la pata para abarcar más territorio de lo que sus posibilidades le permiten, entonces ocurre lo inevitable.
Por una parte, deja al descubierto sus huevos que, en este caso significa que como administradora del blog no pienso eliminar el comentario para su vergüenza. Por otra parte, puede perder el equilibrio y caerse de espaldas que, en este caso significa que como administradora del blog puedo eliminar todas aquellas intervenciones que me molesten. Y por último, voy a atreverme a realizar una apología de la mirada: en todas las situaciones siempre hay alguien que mira. Y los voyeurs se fijan en los detalles, en aquello que al resto pasa desapercibido. Mire por dónde, que se ha topado con una. Veo desde mi ventana un asno, con grandes orejas que acogen un estilizado capirote, sí, como los de Goya para ser más gráfica. El animal rebuzna, pero no me molesta su lenguaje, sino el sonido con el que lo emite. Si usted me dice que no le gustan los libros de Dante, pues a mí tampoco las lentejas. Pero si usted, casi con enfado metafísico, me planta que los libros de Dante le parecen una mierda... pues como que es otra cosa (por su falta o exagerada sonoridad). Un poquito de por favor y a ser más respetuoso. Pero sigo mirando y deduzco que usted no ha leído un verso de la Comedia, llamada Divina por sus contemporáneos y, si esto fuera un concurso, no sería capaz de decirnos el título de otra de las obras de este deleznable (según su punto de vista) autor.
¿Ha entendido ahora porqué este post es una fábula?
8 comentarios
Avelino -
Vailima -
Anónimo -
jose -
TioPetros -
Ojito, que sé muy bien de qué me hablo...
(¡Pobre!)
TioPetros -
A esos, caña.
Por ética y por estética.
Vailima -
Asigan -