UNO DE LOS INFIERNOS DE DANTE (1)
La historia se repite. La primera vez como un drama. La segunda como una comedia.
Hegel
La fragata real Medusa había abandonado su puerto francés el 17 de junio de 1816 con destino a San Luis en Senegal. Era considerada como la embarcación más moderna y rápida de su tiempo, y tenía como objetivo tomar posesión de la colonia del Africa occidental que Inglaterra había restituído a Francia.
A bordo se encontraban el nuevo gobernador de Senegal y su familia, el personal administrativo y un batallón de infantería de marina que protegería las posesiones de ultramar. El cartógrafo Alexandre Corréard formaba parte de un grupo de sesenta científicos que quería explorar el Senegal. Cerca de 400 pasajeros se encontraban a bordo de la fragata, muchos más de los posibles y demasiados para los botes de salvamento.
Desafiando con insolencia sus limitaciones, como después ocurriría con el Titanic, en lugar de navegar con los tres navíos de la escuadra como establecían las ordenanzas, La Medusa se adelantó y, a toda vela, emprendió en solitario el largo viaje.
Al mando de la fragata se encontraba Hugues Du Roy de Chaumareys, un hombre que tras huir de Napoleón, había ganado la confianza de los Borbones no por sus méritos en alta mar sino frecuentando durante 25 años los salones de emigrantes en Coblenza y Londres. La lealtad a la monarquía, pues, era más importante que los conocimientos de navegación y experiencia en alta mar. Su arrogancia aristocrática hizo que desoyera los consejos de sus oficiales durante la travesía a Senegal. Con más de un conflicto, los errores de navegación y la negligencia del capitán, hicieron que la fragata encallara en el banco de Arguin, cerca de las costas africanas, entre las Islas Canarias y Cabo Verde, para finalmente naufragar el 2 de julio, día aquel con buena visibilidad y mar en calma.
Después de algunas tentativas para reflotar la nave, los responsables perdieron el poco control que les quedaba y dieron la orden de evacuar el barco. En medio del pánico, el egoísmo y la brutalidad, el nuevo gobernador, el capitán y los más altos oficiales ocuparon los seis botes de salvamento. 147 personas que no tuvieron sitio en los botes, se vieron obligadas a ocupar una balsa construida de forma precaria con tablones, fragmentos de mástil y cuerdas. Los ocupantes de los botes prometieron que los remolcarían hasta tierra firme, pero dos horas más tarde cortaron las cuerdas que unían los botes con la balsa.
Fue entonces cuando la desesperación desencadenó la lucha por la supervivencia.
Los 147 naúfragos tan sólo disponían de una caja de galletas que se acabó en un día. Las reservas de agua se cayeron la primera noche al mar y no quedaron más que algunas barricas de vino. Pero la brutalidad no vino por la falta de comida ni bebida, sino por conseguir los mejores puestos en la balsa, es decir, había que ocupar los lugares del centro para salvaguardarse de las olas. Los pocos funcionarios y oficiales que no pudieron obtener un sitio en los botes de salvamento, se hacían con estos puestos. Entre ellos también se encontraban, el cartógrafo Corréad y el cirujano de la fragata Henri Savigny. Estaban armados y la fuerza de la razón era indiscutible.
Veinte personas que se habían quedado en el borde de la balsa, desparecieron durante la primera noche.
Hoy les he mostrado el comienzo del infierno de una tragedia, mañana nos adentraremos en el infierno de la desesperación.
Un saludo
10 comentarios
Carlos B -
karlos -
Un saludo
Mnemosine -
Muy interesante (prometo volver otro día con más calma)
Vailima -
un saludo
Vailima -
¿Puedes citar la fuente exactamente?
A mí me consta que es de Hegel pero si nos das más información sobre su aseveración rectificaré.
Un abrazo
ignasi -
Alejandro Cabanillas -
Raschid -
Ruben -
Silgra -