LA LUPA PRERRAFAELITA
Cuando echamos la vista atrás, tan atrás como el final del siglo XIX, somos espectadores de un mismo guión artístico:
Los impresionistas deshacían el ovillo de la tradición pictórica, los nabís jugaban con formas primitivas, los fauvistas nos perseguían con su violencia cromática, los cubistas hacían malabarismos con las formas y, de ahí, se llegaba a la abstracción como una especie de tierra prometida, de un El Dorado del arte.
Sin embargo, en medio de esta función del arte, surge, como en la isla que les vio nacer, un grupo de incómodos artistas ingleses que, a modo de hermandad medievaloide, se organizaron alrededor de 1848 bajo el nombre de Pre-Raphaelite Brotherhood (P.R.B.) (Hermandad Pre-Rafaelita).
Su original calificativo se debía a la voluntad de todos ellos de remontarse a la pintura italiana anterior a Rafael Sanzio, pues consideraban que a partir de este gran pintor italiano la pintura había perdido su frescura y una sinceridad que era necesario corregir.
La P.R.B. se constituyó en un verdadero movimiento organizado. Los miembros y adeptos a la hermandad eran numerosos aunque los cuatro miembros centrales del grupo fueron, sin lugar a dudas, William Holman Hunt, John Everett Millais, Dante Gabriel Rossetti y John Ruskin.
La hermandad como tal duró poco tiempo pero el legado pictórico que nos han dejado es importante. ¿Quién no conoce la famosa y dramática (en tanto que teatral) Ofelia de Millais?
Una vez que sabemos cuándo se formó y quiénes la formaron, demos un repaso del cómo.
Si hay algo que caracteriza la obra de estos pintores es su visión de la naturaleza, la exquisita minuciosidad con la que la representan en sus lienzos. Lo innovador de esta agrupación fue precisamente al contrario de lo que se pudiera pensar- esa atención suprema a la naturaleza como nunca antes se había prestado en la historia de la pintura, de tal forma que hasta el más mínimo detalle, el elemento más insignificante, quedaba reflejado en la obra (No rechazar nada, no escoger nada diría Ruskin). De ahí su tendencia primitivista al igual que los pintores anteriores a Rafael, en los que se intuía una pureza semejante a la que años más tarde encontraría Gauguin en otra latitud.
Su rechazo manifiesto a la idea de trabajar desde la memoria o la imaginación les llevó a plasmar la naturaleza desde la misma naturaleza, sin estudios preparatorios y con la dificultad añadida de que las estaciones cambiaban y la vegetación moría antes de que su obra hubiera finalizado. Para una sociedad acostumbrada a contemplar la naturaleza desde una perspectiva aérea, la estructura de unas obras en las que tanto el primer plano como el fondo eran realizados con el mismo detalle constituía todo un reto. Su pintura no contaminada de tradición les llevó a los Alpes o a Tierra Santa para pintar sus paisajes sublimes. Su representación del ser humano, rodeado de una naturaleza de millones de años, se cobija entre fósiles, conchas o el frente erosionado de acantilados, quizás en un intento melancólico de plasmar lo efímero sin transfigurar el entorno mediante estrategias pictóricas al uso.
A pesar de que su pintura fue calificada de aberración precisamente por ese espíritu de perfeccionismo técnico que durante un siglo les ha proscrito del orden artístico, hay que valorar y calibrar lo que sus obras contienen de bello y de moderno. Si ustedes han tenido el placer de visitar la exposición que la Fundación La Caixa nos ha presentado de estos artistas y sus obras, sabrán de qué les hablo.
Si me permiten, les dejo mis obras favoritas. Sorprendentes y enigmáticas todas ellas:
Ofelia y Fernando seducido por Ariel de Millais, La casa embrujada y Nuestras costas inglesas 1852de Hunt, La Capilla, Bolton y En plena primavera de Inchbold, La guarida del dragón y El patio de Speke Hall de Campbell, Las canteras de Siracusa de Lear, Florencia desde Bellosguardo (impresionante) y El glaciar de Rosenlaui de Brett, Los tres arcos de Santa María Novella de Newman y, La playa de Pegwell Bay, Kent (Una rememoración del 5 de octubre de 1858) de Dyce que, seguro, siempre guardará Tio Petros en su memoria.
Si me dejan, ya hablaremos de todas ellas.
Hasta pronto.
Los impresionistas deshacían el ovillo de la tradición pictórica, los nabís jugaban con formas primitivas, los fauvistas nos perseguían con su violencia cromática, los cubistas hacían malabarismos con las formas y, de ahí, se llegaba a la abstracción como una especie de tierra prometida, de un El Dorado del arte.
Sin embargo, en medio de esta función del arte, surge, como en la isla que les vio nacer, un grupo de incómodos artistas ingleses que, a modo de hermandad medievaloide, se organizaron alrededor de 1848 bajo el nombre de Pre-Raphaelite Brotherhood (P.R.B.) (Hermandad Pre-Rafaelita).
Su original calificativo se debía a la voluntad de todos ellos de remontarse a la pintura italiana anterior a Rafael Sanzio, pues consideraban que a partir de este gran pintor italiano la pintura había perdido su frescura y una sinceridad que era necesario corregir.
La P.R.B. se constituyó en un verdadero movimiento organizado. Los miembros y adeptos a la hermandad eran numerosos aunque los cuatro miembros centrales del grupo fueron, sin lugar a dudas, William Holman Hunt, John Everett Millais, Dante Gabriel Rossetti y John Ruskin.
La hermandad como tal duró poco tiempo pero el legado pictórico que nos han dejado es importante. ¿Quién no conoce la famosa y dramática (en tanto que teatral) Ofelia de Millais?
Una vez que sabemos cuándo se formó y quiénes la formaron, demos un repaso del cómo.
Si hay algo que caracteriza la obra de estos pintores es su visión de la naturaleza, la exquisita minuciosidad con la que la representan en sus lienzos. Lo innovador de esta agrupación fue precisamente al contrario de lo que se pudiera pensar- esa atención suprema a la naturaleza como nunca antes se había prestado en la historia de la pintura, de tal forma que hasta el más mínimo detalle, el elemento más insignificante, quedaba reflejado en la obra (No rechazar nada, no escoger nada diría Ruskin). De ahí su tendencia primitivista al igual que los pintores anteriores a Rafael, en los que se intuía una pureza semejante a la que años más tarde encontraría Gauguin en otra latitud.
Su rechazo manifiesto a la idea de trabajar desde la memoria o la imaginación les llevó a plasmar la naturaleza desde la misma naturaleza, sin estudios preparatorios y con la dificultad añadida de que las estaciones cambiaban y la vegetación moría antes de que su obra hubiera finalizado. Para una sociedad acostumbrada a contemplar la naturaleza desde una perspectiva aérea, la estructura de unas obras en las que tanto el primer plano como el fondo eran realizados con el mismo detalle constituía todo un reto. Su pintura no contaminada de tradición les llevó a los Alpes o a Tierra Santa para pintar sus paisajes sublimes. Su representación del ser humano, rodeado de una naturaleza de millones de años, se cobija entre fósiles, conchas o el frente erosionado de acantilados, quizás en un intento melancólico de plasmar lo efímero sin transfigurar el entorno mediante estrategias pictóricas al uso.
A pesar de que su pintura fue calificada de aberración precisamente por ese espíritu de perfeccionismo técnico que durante un siglo les ha proscrito del orden artístico, hay que valorar y calibrar lo que sus obras contienen de bello y de moderno. Si ustedes han tenido el placer de visitar la exposición que la Fundación La Caixa nos ha presentado de estos artistas y sus obras, sabrán de qué les hablo.
Si me permiten, les dejo mis obras favoritas. Sorprendentes y enigmáticas todas ellas:
Ofelia y Fernando seducido por Ariel de Millais, La casa embrujada y Nuestras costas inglesas 1852de Hunt, La Capilla, Bolton y En plena primavera de Inchbold, La guarida del dragón y El patio de Speke Hall de Campbell, Las canteras de Siracusa de Lear, Florencia desde Bellosguardo (impresionante) y El glaciar de Rosenlaui de Brett, Los tres arcos de Santa María Novella de Newman y, La playa de Pegwell Bay, Kent (Una rememoración del 5 de octubre de 1858) de Dyce que, seguro, siempre guardará Tio Petros en su memoria.
Si me dejan, ya hablaremos de todas ellas.
Hasta pronto.
4 comentarios
Carl Philip -
Vailima -
Como bien dices, la estrella era Ofelia pero había tanto y tan bueno...
Palimp, lo amarás, te lo prometo.
Un abrazo a los dos.
Si encuentro más delicias prerrafaelitas las cuelgo en cuento pueda.
Palimp -
¡Vengan el resto de cuadros!
Un diletante -