LAS VACACIONES DE HEGEL
René Magritte, Las vaciones de Hegel, 1958
Entre las virtudes del arte hay una, a mi juicio, muy importante: su universalidad. Esta característica intrínseca a su naturaleza nos aporta un elemento más humano, más cercano que en otras disciplinas. De una obra de arte siempre podemos hablar, decir algo: nuestra opinión, el efecto que nos provoca en el ánimo su contemplación aunque no dispongamos de más información sobre ella, sobre el artista que la ejecutó, sobre su tiempo o sobre el motivo que la inspiró.
Aunque no sean del todo vanos los esfuerzos de Tio Petros en mostrarme la belleza de un teorema, les mentiría si les dijera que alguno ha logrado ponerme la piel de gallina. La exaltación (si pudiéramos denominarla de este modo) me la transmite el maestro cuando, pacientemente, me va exponiendo la demostración con palabras precisas, mano firme y ojos que viajan rápidos del papel a mis ojos con el fin de pillarme en un atasco conceptual.
¿Quién osaría a opinar (sin ser un docto en la materia) sobre cualquier belleza matemática sin resultar un osado, un atrevido, en definitiva, un tonto? Yo no, desde luego.
La obra de arte es otra cosa. Fíjense si no en las constantes declaraciones de la popular Tita Cervera: se aprende el título del cuadro, le pega el calificativo de bonito (sin tregua y sin excepción) y resulta una experta en arte (eso sí, experta con muchos recursos y no lingüísticos precisamente). ¿Ven? Hagan la prueba, que todos podemos hacerlo.
El peligro con el que nos enfrentamos cuando hablamos sobre una obra de arte (partiendo de la base de que no somos Tita Cervera) es el intento perseverante de acercar la obra hacia nosotros y no al revés como debería ser. Intento perseverante como digo e ineficaz porque el resultado será en el cien por cien de los casos, un absoluto fracaso. Un ejemplo de intento infructuoso es (y aquí quería yo llegar) buscar un entramado conceptual entre el título de una obra y la obra misma.
Hace mucho, mucho tiempo, Tio Petros se reía de una servidora (más bien se descojonaba vivo) al tratar este tema con motivo del título que yo había escogido para una sección de este blog. El título del post de hoy (que aunque no lo parezca, sí guarda relación con el desarrollo del mismo) está tomado de otro homónimo ideado por Magritte.
Al igual que yo intenté hacer ver al maestro matemático, Magritte consideraba que el mejor título de un cuadro es el título poético porque al fin y al cabo, el único estandarte del artista surrealista fue el misterio de las cosas del mundo, misterio que pertenece a todos y a ninguno.
A Magritte le gustaba reunirse con sus amigos delante de sus cuadros todavía inconclusos- y a modo de pasatiempo, se dedicaban a ponerle títulos. Bien es cierto que pocas veces aceptaba las propuestas (como confesaría su esposa Georgette) pero es que nunca dejaría de experimentar.
Como dijera en uno de sus escritos Los títulos de los cuadros no son explicaciones y los cuadros no son ilustraciones de los títulos. ¿Por qué deberían de serlo? El ojo del pintor traiciona aquello que contempla; es un espejo que muestra en las cosas el misterio que suelen ocultar y que sólo la intervención del arte es capaz de revelar. Por este motivo los títulos de los cuadros deberían de servir como antídoto contra la percepción realista. En Las Vacaciones de Hegel, el filósofo de la dialéctica preside el cuadro y Magritte nos explica:
Creo que a Hegel le hubiera gustado este objeto que cumple dos funciones opuestas: repeler y recibir agua. Ciertamente le hubiese divertido, tal como uno se divierte durante las vacaciones.
Los títulos de los cuadros de Magritte nunca describen el tema tratado. Al contrario, lo que provocan es un juego de irregularidades, una pista falsa cuyo único fin es provocar dentro del lenguaje y de la lógica verbal un enfrentamiento análogo al que se produce dentro del cuadro mismo.
Estoy con Magritte y, ustedes en el fondo también, y si no explíquenme el porqué de Tio Petros (y no El blog sobre alta matemática contada como en un cuento (a veces no)), de Cuchitril Literario (y no El blog de por cada día del año os regalo la reseña de un libro), de A Perfect Vacuum (y no El blog del mejor fotógrafo que conocerás) y, de tantos otros que, no por omitirlos, son menos interesantes para ilustrar mi teoría.
En fin, amigos, terminemos este ya extenso post con unas palabras del artista surrealista:
Cada cosa que vemos cubre otra, y nos gustaría mucho ver lo que nos oculta lo visible...
¿a ustedes también?
Entre las virtudes del arte hay una, a mi juicio, muy importante: su universalidad. Esta característica intrínseca a su naturaleza nos aporta un elemento más humano, más cercano que en otras disciplinas. De una obra de arte siempre podemos hablar, decir algo: nuestra opinión, el efecto que nos provoca en el ánimo su contemplación aunque no dispongamos de más información sobre ella, sobre el artista que la ejecutó, sobre su tiempo o sobre el motivo que la inspiró.
Aunque no sean del todo vanos los esfuerzos de Tio Petros en mostrarme la belleza de un teorema, les mentiría si les dijera que alguno ha logrado ponerme la piel de gallina. La exaltación (si pudiéramos denominarla de este modo) me la transmite el maestro cuando, pacientemente, me va exponiendo la demostración con palabras precisas, mano firme y ojos que viajan rápidos del papel a mis ojos con el fin de pillarme en un atasco conceptual.
¿Quién osaría a opinar (sin ser un docto en la materia) sobre cualquier belleza matemática sin resultar un osado, un atrevido, en definitiva, un tonto? Yo no, desde luego.
La obra de arte es otra cosa. Fíjense si no en las constantes declaraciones de la popular Tita Cervera: se aprende el título del cuadro, le pega el calificativo de bonito (sin tregua y sin excepción) y resulta una experta en arte (eso sí, experta con muchos recursos y no lingüísticos precisamente). ¿Ven? Hagan la prueba, que todos podemos hacerlo.
El peligro con el que nos enfrentamos cuando hablamos sobre una obra de arte (partiendo de la base de que no somos Tita Cervera) es el intento perseverante de acercar la obra hacia nosotros y no al revés como debería ser. Intento perseverante como digo e ineficaz porque el resultado será en el cien por cien de los casos, un absoluto fracaso. Un ejemplo de intento infructuoso es (y aquí quería yo llegar) buscar un entramado conceptual entre el título de una obra y la obra misma.
Hace mucho, mucho tiempo, Tio Petros se reía de una servidora (más bien se descojonaba vivo) al tratar este tema con motivo del título que yo había escogido para una sección de este blog. El título del post de hoy (que aunque no lo parezca, sí guarda relación con el desarrollo del mismo) está tomado de otro homónimo ideado por Magritte.
Al igual que yo intenté hacer ver al maestro matemático, Magritte consideraba que el mejor título de un cuadro es el título poético porque al fin y al cabo, el único estandarte del artista surrealista fue el misterio de las cosas del mundo, misterio que pertenece a todos y a ninguno.
A Magritte le gustaba reunirse con sus amigos delante de sus cuadros todavía inconclusos- y a modo de pasatiempo, se dedicaban a ponerle títulos. Bien es cierto que pocas veces aceptaba las propuestas (como confesaría su esposa Georgette) pero es que nunca dejaría de experimentar.
Como dijera en uno de sus escritos Los títulos de los cuadros no son explicaciones y los cuadros no son ilustraciones de los títulos. ¿Por qué deberían de serlo? El ojo del pintor traiciona aquello que contempla; es un espejo que muestra en las cosas el misterio que suelen ocultar y que sólo la intervención del arte es capaz de revelar. Por este motivo los títulos de los cuadros deberían de servir como antídoto contra la percepción realista. En Las Vacaciones de Hegel, el filósofo de la dialéctica preside el cuadro y Magritte nos explica:
Creo que a Hegel le hubiera gustado este objeto que cumple dos funciones opuestas: repeler y recibir agua. Ciertamente le hubiese divertido, tal como uno se divierte durante las vacaciones.
Los títulos de los cuadros de Magritte nunca describen el tema tratado. Al contrario, lo que provocan es un juego de irregularidades, una pista falsa cuyo único fin es provocar dentro del lenguaje y de la lógica verbal un enfrentamiento análogo al que se produce dentro del cuadro mismo.
Estoy con Magritte y, ustedes en el fondo también, y si no explíquenme el porqué de Tio Petros (y no El blog sobre alta matemática contada como en un cuento (a veces no)), de Cuchitril Literario (y no El blog de por cada día del año os regalo la reseña de un libro), de A Perfect Vacuum (y no El blog del mejor fotógrafo que conocerás) y, de tantos otros que, no por omitirlos, son menos interesantes para ilustrar mi teoría.
En fin, amigos, terminemos este ya extenso post con unas palabras del artista surrealista:
Cada cosa que vemos cubre otra, y nos gustaría mucho ver lo que nos oculta lo visible...
¿a ustedes también?
14 comentarios
jon -
pues no hay, Hegel se nos fue de vacaciones.
o ustedes qué dicen?
Rafael del Barco Carreras -
Por Rafael del Barco Carreras
Y en el cuento de la Cenicienta, amor y patriotismo desmesurado, que genera una venta al Estado por 44.000 mil millones de las pesetas de 1993 (sin impuestos y en Suiza), más otros miles de millones para las obras del MUSEO THYSSEN, intervienen la CASPOSA PRENSA, parte de LA FAMILIA REAL, y unos cuantos vividores que dan cuerpo a la fantasía y pelotazo. El PAPANATISMO de nuevo al servicio de un excelente negocio. Y el tema continúa con más ventas, pues ni entonces vendieron TODA LA COLECCIÓN, ni lo MEJOR de ella, y abierto el camino continuarían comprando para después vender al ESTADO, siempre el mejor cliente del mundo. Sin entrar en discutidas malicias editadas por Europa, y de algún técnico dudando de la autenticidad de algún RUBENS. Una autoridad mundial a la que se acallará, como se despidió al director del Prado por incordiar con aquello de que en los sótanos de la Pinacoteca Nacional había más y de mejores. A nadie se le ocurrirá la retroacción por posible falsedad de la compra de ese Rubens. ¡Que más da un Rubens más o menos!, todos los museos del Mundo exhiben falsificaciones, además sería, según el autor europeo, del mejor falsificador de todos los tiempos, DE HORI, al servicio del Barón.
Viví, a través de mi socio ANTONIO PARÉS NEIRA (que por desgracia me presentó a su abogado Pascual Estevill) el desembarco en Barcelona de TITA CERVERA, tras su ruinoso y ruidoso matrimonio con ESPARTACO SANTONI. Tito, administrador de la sociedad arrendataria del HOTEL RITZ de Barcelona, además de anfitrión y hotelero de TITA (gratis total y con madre incluida), fue el primer gerente de la FUNDACIÓN THYSSEN, sin aun existencia legal, y murió distanciado de los BARONES después de distinguido entre los pocos españoles en la boda de Londres y antes de ver culminada la gran venta. En la necrológica de su amigo, el periodista de la Vanguardia Sandoval repetiría aquello de que solos se quedan los muertos. Tenía 52 años, y demasiadas cosechas y noches gastadas. El Ritz, en decadencia entonces (por ello traspasado gratis por su anterior arrendatario Gutiérrez Manchón, con mi intervención y asociación), 1978, era una especie de hotel de los líos, donde los cuadros, buenos y falsos, formaron parte de los enredos. Los enjuagues vividos y oídos (hasta en primera persona por Tita) entretuvieron mis horas de cárcel en 1993, escribiendo una novela que una vez impresa nadie quiso distribuir. EL MUSEO CONDE VON TURNER. Desde luego una fantasía que no cuadraba con lo que nos vendían a través de la prensa, pero indiscutiblemente quizá más cerca de la realidad de lo que la Baronesa defiende con uñas y dientes, amenazando con abogados, o parapetándose tras la Familia Real. En definitiva la compra la ratificó con carácter de urgencia la Comisión Permanente de las Cortes, una vez disueltas por convocadas las elecciones de 1993, con de nuevo GONZÁLEZ de Presidente a pesar de los pronósticos (el carisma y la poca dentadura de la oposición de Aznar dejó pasmados a los socialistas con cuatro años por delante para limpiar la casa, en lo que coincidían con sus socios los de Pujol), por lo que nada a objetar en cuanto a sacramentos legales. Pero un tiempo aquel de demasiadas corrupciones para no torcer la nariz ante semejante urgencia y dinero. La venta por AMOR, embadurnada con intensas campañas de cesiones gratuitas o cheques en blanco en Inglaterra y EEUU, se desarrolló y remató con matemática ingeniería. Se conoce a los mejores abogados del País que intervinieron en la operación pero a ninguno de los mejores técnicos en arte. Una tacada de 800 cuadros que por venir de donde venían, y con padrinos conocidos, se declararon DOGMA DE FE.
Personalmente no creo que la NUERA, en el supuesto que aplique una mínima parte de la FILOSOFÍA DE VIDA de su suegra, horade tanto la FORTUNA THYSSEN que devuelva a la Baronesa a los tiempos de BARCELONA, pero es evidente que le jode que una aficionada pizpireta lo intente y consiga sustanciosos mordiscos. ¡A Noé con inundaciones!. Ese AMOR, cree ella, tiene tantas connotaciones con el suyo que lanza toda su caballería para impedirlo. El amor materno le traiciona, surgen las vísceras, mal enemigo en su pirámide de naipes. Pero ¡cuidado!, recibiendo mucho más de lo imaginado y merecido por su encantos y el amor que inspiraba al viejo Thyssen, no valora que ella le aportaba un país salido del fondo de los siglos, con amigos para compartir libaciones y capacidad de maniobra, donde a nadie se le ocurriría dudar de un barón, que no era barón, y con trayectoria vital relegándole a fiestas mediterráneas con señoritas de compañía. Tras la muerte de Franco aparecieron por España tanto fantasma y mafioso con yate y jet que de no ser por la capacidad mediática de Tita, y las relaciones públicas de Tito Parés, dominando cinco idiomas (los dos se conocieron de estudiantes por Suiza), el barón, uno más. ¡Una pena que José Luis de Vilallonga muriera sin explayarse!.
A propósito, el hijo BORJA se parece más a mi amigo el godo TITO PARÉS, más canijo, con hijos de tres madres, más o menos al mismo tiempo, que al señalado como padre el mediterráneo MANOLO SEGURA.
Y otra curiosidad, cuando después de mis tres años en la cárcel de nuevo conecto con Tito, iniciados los 84, me habla del Barón, y él, que dejé con un hotel en franca quiebra, es no solo rico, sino multimillonario, con adosado en la selecta Pleta del Vall de d´Arán donde residen los Reyes en sus estancias invernales, se construye una casa en Llabaneres, y ha comprado y duplicado su piso en Turó Park. La crem de la crem. Yo tenía graves cuentas pendientes con él, pero ante tanta magnificencia y proyectos aparqué mis reservas. Su mayor obsesión, la compra de pintura a como diera lugar. Decía tener un catedrático de Bellas Artes en Córdoba que lo certificaba todo. De no tener ni idea de arte, se había convertido, igual ahora Tita, en todo un experto.
Ver www.lagrancorrupcion.com
Vailima -
Manuel -
REalmente, esto no es una pipa.
Gracias.
Vailima -
Cristina -
Me encantó este post... muchísimo. La obra de Hegel no la conocía y me parece maravillosa.
Lo que siempre me ha encantado de Magritte aparte de ese toque tan tan personal que tiene es su intención de decir algo siempre y su prosa.
Las citas que has escogido, además, son muy expresivas... y taaaan tiernas...
Mil gracias por regalos como éstos!
Nfer -
Me guió una señora muy amable, que intentó por todos los medios que la que esto escribe entendiera porqué un alto porcentaje de los cuadros, esculturas y figuras que entiendo eran parte de la colección llevaban por nombre "sin título".
Desde ese día presté más atención y encontré muchas, muchísimas esculturas, pinturas, tallas, todas intituladas (¿me permiten? ;) "sin título".
¿qué es esto? ¿cómo la identifico? le pongo patas arriba, suponiendo sepa donde están las patas, y leo el número de catálogo? Google me dice que bajo la búsqueda "sin título" hay 122.000 resultados. Y otros tantos bajo "no title".
Tío Petros: ¡creo que prefiero "zapato de caballero del número 44"!
Luis -
- Lo peor que le pueden decir a un autor es "es bonito" con ese aire a elegir o mezclar entre "no he entendido nada" , "menudo coñazo" y "disculpa pero estoy aquí por compromiso, ¿dónde está el baño?".
- La producción artísitica es reticente a la métrica, por más que se empeñen los "artistas visuales" y los marchantes, el valor de algo no está en la etiqueta, ni en los metros cuadrados de la obra, ni en la dificultad técnica, ni tampoco en el firmante. El espectador nunca es pasivo, así que es cierto que una soberana mierda (enlatada o no) puede ser sublime para alguien y un desecho para otro.
- La apreciación del arte, que al fin y al cabo no es más que un entretenimiento para un público específico, depende absolutamente de la capacidad del espectador de recoger las referencias que se le presentan; por eso mucha gente no es capaz de disfrutar de, pongamos el caso, de una ópera hasta que canta la gorda, lo tremendamente ingeniosa que es la solución de tal bóveda, o el arte abstracto, y por esto mismo hay tanta tomadura de pelo, conceptual, eso sí :D.
Ah! muchas gracias por el cumplido.
TioPetros -
A veces, me da la sensación de que el autor me está tomando el pelo. Una de esas veces, la adecuación del título a la obra era absolutamente perfecta sin embargo. La "obra" en cuestión era un zapato de caballero del número 44 puesto sobre un pedestalito, y el título era "zapato de caballero del número 44".
No sé, a veces me parece detectar cierta mala baba que me incomoda por parte del llamado arte moderno. Algo así como si el autor me dijera:
"te esoy llamando idiota, y no puedes hacer nada más que sonreir, proque en caso contrario quedarás como un bárbaro insensible"
Entonces, en lugar de hacer míos los postulados estéticos del autor, hago mía su mala baba y suelo comentar en alto para que me oigan los visitantes cercanos: vaya mierda de obra!!!
Siempre podré decir que en realidad estoy realizando mi obra de arte particular en plan hapenning...
Vailima -
Pájaro sideral
...pensé: tócate los cojones. Para una vez que veo una figura y reconozco su naturaleza, este gilipollas me sale con esto.
En fin, quizás debamos tomarlo como Magritte, poesía al fin y al cabo.
Un saludo
Palimp: no me tienes que dar las gracias de nada. ¡Cuánto te debemos a ti!
besos varios
Dem -
Recuerdo de pequeño, visitando un museo y enfadándome con los artistas que catalogaban sus cuadros como "Sin título 1". Pensaba que no querían que supiésemos de qué iba el tema del cuadro... viendo este "Las vacaciones de Hegel" sigo pensando que no quieren que lo sepamos. Por suerte te tenemos a ti para explicárnoslo :))
Palimp -
Antes se me ha olvidado darte las gracias por dos cosas; por la parte que me toca de la referencia, y por el disfrute de leer tus posts.
Vailima -
Magritte también es uno de mis pintores favoritos (¡Dios mio, tengo tantos!). Le tenía ganas y bueno, a ver si me animo con alguna otra cosilla.
Un saludo
Palimp -
Sabía el por qué del título de este cuadro, pero me ha encantado oir las propias palabras del autor.
Todos estamos de acuerdo con el autor y contigo, Vailima. Esa es la esencia del arte. Mostrar ocultando.
P.D. Me emocioné cuando vi -y entendí- la demostración de por qué la raiz cuadrada de 2 es un número irracional. Me mareé cuando vi la demostración 'diagonal' de Cantor de que los reales no son numerables. Y se me pusieron los pelos de punta cuando en el 'Gödel, Escher, Bach' me explicaron pasito a pasito y con buena letra el teorema de incompletitud de Gödel. Las matemáticas también dan placer estético.