LA ESFINGE SECRETA DE MODIGLIANI (y 2)
Quien quiera pensar que la suntuosidad, sensualidad y lujuria de los cuerpos desnudos de Modigliani constituían una huída del academicismo imperante, que lo piense. Son aquellos ojos de los que hablábamos ayer, ésos que no permiten ver la realidad, la verdad y la belleza, los que nos ciegan a la hora de apreciar las diferencias con otros contemporáneos suyos.
El pintor nunca asistió a una academia estatal, pero sus representaciones del cuerpo desnudo no constituían sino un heroico acercamiento a los maestros renacentistas italianos como Botticelli, Tiziano o Giorgione. Modigliani confiere a sus obras la elegancia y delicadeza necesarias para que el espectador no se distraiga con ornamentos y, reduce la composición hasta el grado de dejarnos a solas con la modelo. El color tampoco nos ofrece ningún refugio confortable sino que es la forma, esa forma estilizada tan característica en él, la que nos atrapa inexorablemente ante la desnudez de una mujer.
Ojos cerrados y entrecerrados, grandes ojos abiertos buscando nuestro contacto, nuestro consentimiento para sentirse cómodas con quienes las admiramos en silencio. En su intento por seducirnos se contonean con esa naturalidad que nos atemoriza, con esa naturalidad con la que la amante se entrega llevando al límite el artificio. Al comisario de la Rue Taitbout no le faltaba razón: Modigliani nos muestra la identidad entre verdad y belleza y el simbolismo que nos descubre no responde más que a su propia realidad. La carnalidad sin adornos ante un paisaje exento donde la pintura y más concretamente, el cuerpo desnudo de una mujer, nos arrastra a una especie de esculturalismo que no entendemos. Tan cercanas como una amante y tan lejanas como una escultura; tan coquetas y tan frías, tanto como una esfinge secreta, con la frialdad y dignidad que les permiten su melancólica gracia y su artificialidad.
Venus modernas bajo la poética mirada de un hombre que supo ver y quiso compartir con nosotros todo aquello que creaba con su mirada. Naturalidad y artificio, carne y piedra. ¿Acaso el hombre no se erige entre ambos mundos? Vivimos como marionetas mientras soñamos con ser dioses con el único instrumento que disponemos: la belleza que nos impulsa y nos frena, nos libera y ahoga.
9 comentarios
silvana -
Vailima -
irene -
Vailima -
"Cuando los dioses quieren castigarnos, atienden nuestras plegarias"
Yo no lo soy: a pesar de tu comentario, mañana pongo el post y cuando las gotas de sudor resbalen no podrás evitar verme sentada en mi trono tronchándome de risa...
un abrazote
Jafatron -
Vailima -
Jafatron -
ladydark -
A veces me mareo leyéndote, la belleza que nos transfieres y la sensibilidad con que tocas nuestros miedos y angustias, nuestras alegrias y felicidades.¡Qué placer, amiga!
vigi -