LA BELLEZA DE LOS MONSTRUOS (3)
Observen la imagen que ocupa la parte izquierda del lienzo. Como si de un gran espectador se tratara, el príncipe de los infiernos lo abarca todo con su mirada impasible.
Unas tablas de madera le sirven de párpados, su piel está hecha de piedras y de su oreja incandescente brota un árbol. Lo orgánico y lo inorgánico se mezclan entre sí de igual manera que las formas animales y vegetales. El orden del mundo ha desaparecido y la cabeza-fortaleza espera, con la boca abierta, a que entremos en él como en una trampa del más sofisticado ser vivo y lugar al mismo tiempo- que espera, complaciente, a engullirnos sin piedad.
Una serie de tinajas componen sus cejas. Las mismas tinajas que cuelgan de los muros de muchos hogares de la época. Servían de incubadoras donde las aves depositaban sus huevos. El lienzo está lleno de tinajas. Fíjense en la que hay de tamaño espectacular en el fondo a la izquierda semejante a la torre de refrigeración de una gran central nuclear o, la que sirve de estandarte al puñado de soldados que se agolpan sobre una olla a la derecha del cuadro.
En una época en la que no existían ni envases de plástico ni botellas de vidrio, las tinajas se constituían en objetos de uso corriente para guardar alimentos. Sin embargo, sus significados en el lenguaje alegórico del momento eran bien distintos.
Por un lado, como manifestación del poder de Dios tal y como se relata en el capítulo 2 del Evangelio de San Juan, donde Jesucristo transforma el agua de seis tinajas en vino para la boda de Caná. Por otro, como recipiente donde se conserva y se atesora. Las tinajas simbolizaban la codicia y eran signo de prosperidad. En los grabados antiguos la personificación de la avaricia solía estar representada con sacos, cestos y tinajas a su alrededor.
Con las tinajas tenemos, pues, una doble advertencia de Bruegel: la omnipotencia de Dios y lo demoníaco del materialismo.
Rita va cargada de enseres domésticos, dinero y joyas. Dios la ha abandonado por culpa de la avaricia. A ella y a todos los seres monstruosos que componen el lienzo. Fíjense en los huevos que aparecen en el cuadro. Al igual que las tinajas, tampoco están pintados al azar. El huevo simbolizaba la resurrección de Jesucristo en la mañana del día de Pascua y era signo de fertilidad y vitalidad. Pero el viejo Bruegel los ha pintado todos con la cáscara rota. Incluso el de gran tamaño del fondo desde donde emerge un diablo, o el de la parte inferior izquierda donde, contra natura, unos polluelos esperan su ración de comida o, aquel otro del centro del lienzo donde con avidez un individuo extrae de su culo oviforme dinero, dinero y más dinero.
El infierno, los seres monstruosos y la avaricia conforman el mundo que Rita atraviesa con paso decidido. A sus espaldas deja un guiño pictórico con el que Bruegel homenajea a otro pintor que ustedes ya conocen.
¿Sabrían decirme a quién y a qué me refiero?
12 comentarios
Palimp -
Anda, que...
Miranda -
Lo contrario del significado que tienen en "El Jardin de las Delicias".
Yo diría que el otro cuadro de que hablas es la mesa de los siete pecados capitales.
Me voy corriendo que hoy estoy liadísima, pero vendré a ver si dejas más pistas...y si me he colado.
M.
Vailima -
Todavía estás a tiempo... si te atreves.
jeje
Klapaucius -
Vailima -
Una ayudita: el motivo hace referencia a dos cuadros del Bosco al mismo tiempo. Uno de ellos es más fácil, el otro... no sé yo si vais a ser capaces...pero tiene que ver con un Santo muy conocido por Arguiñano.
jejejeje
¡cómo disfruto!
TioPetros -
Y menos mal! Porque este reto es de los jodidos.
Carl Philip -
Miranda -
Jo! que estupendo!
M.
Carl Philip -
Y prometo venganza: ya se me ocurrirá algo terrible en mi blog. :-)
Un beso a la vencedora.
Vailima -
Vailima -
Sí, esta vez sí estás equivocado...
jejejejeje
creía que no lo podría decir nunca...
jejejejeje
Carl Philip -