EL RETRATO EN INGRES
La tranquilidad es la primera belleza del cuerpo, lo mismo que en la vida la sabiduría es la más elevada expresión del alma.
Podemos afirmar con toda seguridad que los retratos de Ingres son lo mejor de su producción pictórica. Verdaderas obras maestras herederas de los retratos de David y motivo de orgullo del pintor.
La maestría del estilo con la que retrata a aristócratas, nobles, burgueses o diplomáticos hace de sus retratados, una clientela fiel y recurrente.
Existen en sus retratos dos rasgos que mantendrá como una constante estética a lo largo de su trayectoria artística. El primero, la intensidad formal de la línea para perfilar y sintetizar en un solo rasgo la silueta del modelo. Esta cuestión tiene posiblemente su origen en aquellas figuras en miniatura de cajas y joyeros o en los camafeos que en aquella época adornaban los cuellos, las pulseras o los anillos de las damas y que servían a los artistas como modelos fotográficos. De ahí, el segundo de los rasgos de los que hablábamos: el formato de sus retratos ovalados.
Además de estas dos características que he resumido brevemente, hay otra específica del estilo de Ingres como retratista que ya anunciaba con sus propias palabras al comienzo del post. El sentido del reposo, de la calma psicológica, de la elegancia de las expresiones del retratado.
Para Ingres, el movimiento es sinónimo de desorden y expresión inevitable del paso de tiempo por lo que origina, como consecuencia, un deterioro de la belleza. En su mayoría, los retratados poseen una expresión de soberbia intemporalidad a la vez que descubren con naturalidad su pertenencia a un determinado tiempo histórico y condición social.
El retrato que hoy quiero mostrarles es uno de mis preferidos. Ejecutado sobre una tela de 116 x 95 cm, este óleo se conserva en el Louvre. Admírenlo, por favor.
El retrato de Louis-François Bertin es uno de los más logrados dadas su sobriedad compositiva y cromática como por la enérgica expresión que han convertido este lienzo en paradigma del retrato psicológico o de carácter, yendo (no tengo ninguna duda al respecto) más allá de la similitud física.
Realismo y naturalidad se dan cita en esta obra cuya compostura y pose tuvieron que ser porfiadas más de una vez con el influyente hombre de negocios. Su alto registro expresivo nos muestra una imagen de solidez de carácter y presencia. Para ello, inscribe su figura en un esquema piramidal cuyos vértices van a parar en las partes iluminadas de su cabeza y manos. Las manos se asemejan a las garras de un ave rapaz, apoyadas en las rodillas, proyectando el rostro a un primer plano. La mirada de Monsieur Bertin se clava en la mirada del espectador sobrevolando una afilada nariz que hizo rico a este burgués amigo del pintor.
Su aspecto dominador, duro y severo se nos presenta sobre un fondo desnudo, en casi total monocromía de negros y marrones con los que pinta el sillón donde reposa su voluminosa silueta y su sobrio traje burgués.
Fíjense en la ausencia total de paisaje o de cualquier accesorio en el lienzo. Según Ingres tampoco debe uno preocuparse demasiado por los accesorios; hay que sacrificarlos a lo esencial, y lo esencial es la construcción, el contorno y el modelado de las figuras. ( ). Los accesorios deben jugar en un cuadro el mismo papel que los confidentes en las tragedias. Los autores los ponen allí para flanquear a los héroes y hacerlos destacar.
Pues bien, a pesar de las palabras del mismo artista y a pesar de lo que nuestros sentidos puedan sugerirnos, Ingres se tomó la libertad (suya la licencia) de reproducir en este lienzo, con un gran refinamiento, un elemento de la estancia donde Monsieur Bertin nos contempla desde 1832. ¿Sabrían decirme cuál?
Con el fin de que puedan visualizar mejor el lienzo les dejo aquí un enlace con la imagen a mayor tamaño.
Hasta manaña.
Podemos afirmar con toda seguridad que los retratos de Ingres son lo mejor de su producción pictórica. Verdaderas obras maestras herederas de los retratos de David y motivo de orgullo del pintor.
La maestría del estilo con la que retrata a aristócratas, nobles, burgueses o diplomáticos hace de sus retratados, una clientela fiel y recurrente.
Existen en sus retratos dos rasgos que mantendrá como una constante estética a lo largo de su trayectoria artística. El primero, la intensidad formal de la línea para perfilar y sintetizar en un solo rasgo la silueta del modelo. Esta cuestión tiene posiblemente su origen en aquellas figuras en miniatura de cajas y joyeros o en los camafeos que en aquella época adornaban los cuellos, las pulseras o los anillos de las damas y que servían a los artistas como modelos fotográficos. De ahí, el segundo de los rasgos de los que hablábamos: el formato de sus retratos ovalados.
Además de estas dos características que he resumido brevemente, hay otra específica del estilo de Ingres como retratista que ya anunciaba con sus propias palabras al comienzo del post. El sentido del reposo, de la calma psicológica, de la elegancia de las expresiones del retratado.
Para Ingres, el movimiento es sinónimo de desorden y expresión inevitable del paso de tiempo por lo que origina, como consecuencia, un deterioro de la belleza. En su mayoría, los retratados poseen una expresión de soberbia intemporalidad a la vez que descubren con naturalidad su pertenencia a un determinado tiempo histórico y condición social.
El retrato que hoy quiero mostrarles es uno de mis preferidos. Ejecutado sobre una tela de 116 x 95 cm, este óleo se conserva en el Louvre. Admírenlo, por favor.
El retrato de Louis-François Bertin es uno de los más logrados dadas su sobriedad compositiva y cromática como por la enérgica expresión que han convertido este lienzo en paradigma del retrato psicológico o de carácter, yendo (no tengo ninguna duda al respecto) más allá de la similitud física.
Realismo y naturalidad se dan cita en esta obra cuya compostura y pose tuvieron que ser porfiadas más de una vez con el influyente hombre de negocios. Su alto registro expresivo nos muestra una imagen de solidez de carácter y presencia. Para ello, inscribe su figura en un esquema piramidal cuyos vértices van a parar en las partes iluminadas de su cabeza y manos. Las manos se asemejan a las garras de un ave rapaz, apoyadas en las rodillas, proyectando el rostro a un primer plano. La mirada de Monsieur Bertin se clava en la mirada del espectador sobrevolando una afilada nariz que hizo rico a este burgués amigo del pintor.
Su aspecto dominador, duro y severo se nos presenta sobre un fondo desnudo, en casi total monocromía de negros y marrones con los que pinta el sillón donde reposa su voluminosa silueta y su sobrio traje burgués.
Fíjense en la ausencia total de paisaje o de cualquier accesorio en el lienzo. Según Ingres tampoco debe uno preocuparse demasiado por los accesorios; hay que sacrificarlos a lo esencial, y lo esencial es la construcción, el contorno y el modelado de las figuras. ( ). Los accesorios deben jugar en un cuadro el mismo papel que los confidentes en las tragedias. Los autores los ponen allí para flanquear a los héroes y hacerlos destacar.
Pues bien, a pesar de las palabras del mismo artista y a pesar de lo que nuestros sentidos puedan sugerirnos, Ingres se tomó la libertad (suya la licencia) de reproducir en este lienzo, con un gran refinamiento, un elemento de la estancia donde Monsieur Bertin nos contempla desde 1832. ¿Sabrían decirme cuál?
Con el fin de que puedan visualizar mejor el lienzo les dejo aquí un enlace con la imagen a mayor tamaño.
Hasta manaña.
12 comentarios
Vailima -
Buena observación, sí señor.
Joaquim -
El rostro congestionado de este buen señor me sugiere que compartía con el actor francés algo más que cierto parecido...
Vailima -
jejeje
Dem -
Vailima -
Un saludo
Palimp -
Eres la primera persona en ser formalmente invitada al meme literario:
http://lepisma.liblit.com/?p=87
El lector a la sombra -
El lector a la sombra -
La tela, brillante por el uso, refleja la ventana. No deja de ser una contradicción: una tela deslucida, refleja la luz...
Vailima -
Dem -
Vailima -
El lector a la sombra -
¿Trampantojo? ¿Licencia poética? ¿O simplemente una tela deslucida? (Des-luz... otra vez la sombra)