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EL DIAMANTE DE N. POUSSIN

“La razón se hizo pura

plástica permanente;

su sueño, la abstinente

mano de la pintura.”

Rafael Alberti: Poussin en “A la pintura”

André Félibien, amigo de Poussin, fue el primero en proponer que el concepto de “retrato” hiciera referencia, exclusivamente, a la representación de las personas, desligándolo así, de cualquier reproducción figurativa de animales. Sólo en los seres humanos se reconoce la posibilidad de la individualización, idea que recogería Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación: “al verlos (rostro y figura humanos) nos sentimos inundados por un placer inexpresable, que nos eleva sobre nosotros mismos y sobre todo lo que nos atormenta”.

Desde este punto de vista, el retrato en el sentido de Félibien, pone de manifiesto su naturaleza antropocéntrica, delimitando a los seres humanos del resto de los seres vivos. Si bien la individualidad (entiéndase como “lo no genérico”) es una característica del retrato, la semejanza es garantía de veracidad: ¿alguien consideraría legítimo encargar un retrato con la condición de que no se le parezca? No obstante, esa identidad entre el cuadro y la persona representada se refiere a la relación entre el aspecto exterior de la persona y el modo en que es percibido por los demás, semejanza entendida como signo de identidad como diría Nicolás de Cusa (Similitudo autem ovnis est aequalitatis species seu signum).

La cuestión se agudiza aún más, cuando es el propio pintor quien se pinta a sí mismo. Resulta difícil, a veces, reconocer nuestro rostro en un espejo y contemplarnos tal cual somos. Pintores de todos los tiempos han plasmado sus rostros y figuras en lienzos donde nos cuentan historias sobre ellos mismos, sobre sus miedos, sus pensamientos y “sobre todo los que les atormenta” parafraseando al filósofo.

Poussin realizó dos autorretratos. El primero, datado en 1649, sustituía a un retrato que un artista romano había hecho de él y que le decepcionó hasta tal punto que no dudó en reemplazarlo por uno realizado por él mismo. Observen:

poussin autorretrato 1649

En este lienzo, el artista subraya la idea del memento mori. El artista se presenta a sí mismo con un gesto que se diría risueño, ante un monumento fúnebre (el suyo propio) e, inclinando ligeramente la cabeza como si quisiera darnos a entender su ánimo melancólico como ya lo hicieran Lorenzo Lotto –del que ya hablamos en un post - y Moretto da Brescia . La serenidad ante la idea de la muerte es muestra, en este lienzo, de impavidez en el sentido estoico del que el artista era adepto.

Además de compartir con nosotros su actitud ante lo inevitable, el artista nos presenta tímidamente una alusión a su teoría del arte. Fíjense en el título del libro que sujeta en su mano derecha: De lumine et colore (Sobre la luz y el color).

Pero de esto y de alguna otra cosa, hablaremos mañana.

1 comentario

vere -

nos has dejado tan anonadados que no podemos ni comentar, sólo señalar lo que ya habías comentado en otros posts (p.e. el de Vermeer) sobre los aspectos narrativos de la pintura, en este caso, autobiográficos..¿muy bien tia!..con todos los respetos..