EN EL TALLER (RELATO ERÓTICO)
Cuando caminaba o casi corría en la fresca tarde otoñal hacia su taller, con las hojas secas de los plátanos arremolinadas por el viento, sentía una leve aprensión mezclada con la excitación que me había tenido en vilo todo el día.
Auguste me recibió solo en su taller vestido con una amplia bata de trabajo. Era bajo, cuadrado, tenía una cabeza poderosa, con el pelo rapado y una barba muy abundante...A veces murmuraba los nombres de las estatuas, pero tenía la sensación de que los nombres significaban poco para él. Pasaba las manos por ellas acariciándolas. Recuerdo que yo pensaba que al contacto con sus manos, parecía que el mármol se derretía como plomo fundido. Finalmente, tomó una pella de arcilla y la apretó entre las manos. Respiró profundamente al hacerlo...En un momento había formado un pecho de mujer...Luego yo me detuve para explicarle mi teoría para un nuevo ballet, pero me di cuenta de que no estaba escuchando. Me miró con los ojos entornados y resplandecientes y luego, con la misma expresión que tenía ante sus obras, se acercó a mí. Deslizó las manos por mis caderas, mis piernas desnudas, mis pies. Empezó a moldear mi cuerpo como si fuera arcilla, dibujando las curvas de una Venus desnuda, mientras que del suyo emanaba un calor que me abrasaba, me derretía. Sólo deseaba entregarle todo mi ser, ya convertido en cuerpo de talco y miel, cisne descalzo de curvas para el deseo abiertas. Me abrazó, sentí contra mí su miembro como un escoplo y recordé con un estremecimiento el “Monumento a Balzac” en el que el gabán se deforma por lo que parece una enorme erección y en el que según se dice, se usó como modelo. Susurraba mi nombre roncamente mientras sus manos me recorrían con dilación, pero cada vez con más fuerza y yo me sentía licuar. En un momento, me sentí atenazada, sin poder moverme, como una gacela asida en una trampa y mi cuerpo se rebeló. Le di, no sé como, un violento empujón y salí corriendo del taller.
Nada más salir a la calle una ráfaga de viento produjo un escalofrío en mi cuerpo, cráter de un volcán no apagado, que pedía a gritos volver, pero yo seguí andando a buen paso. Las farolas recién encendidas iluminaban las hojas que seguían cayendo.
Adaptado del diario de Isadora Duncan.
Autores: Vere y Herri
13 comentarios
Eduardo -
Besos
Eduardo
Herri -
Rodin, al contrario que otros escultores como Miguel Angel, comprime la piedra; hacia adentro.
Isadora, bailarina todo libertad de movimientos; hacia afuera.
El "hacia dentro, hacia afuera" podría haber dado juego; en esta ocasión no fué así.
Vere -
Vailima -
migratoria -
Serendipias variadas. Y Vailima pasándoselo bien... También pone la casa... :-)
Vailima -
ladydark -
Vailima -
No sé yo si serendipia, Herri. Significativo sí. juas juas
Lola -
Herri -
Charles, gracias por tus palabras; eres el caballero andante de estos lares; todos los que te leemos sabemos de tus dotes.
Lola, gracias; ¿Qué tendrá Rodin? Las ponía en vida y las sigue poniendo desde la otra parte. ¿O fué solamente pura coincidencia?
Vailima -
Lola: sí, ya me había dado cuenta de tu matiz. Tres relatos y los tres narrados por una mujer. Los dos primeros "consuman" jeje, el tercero (y no miro a nadie) no. ¿Hay por ahí algún psicoanalista? Bueno, siempre nos quedará la duda de si ha sido coincidencia o serendipia (juas).
Hermoso y sugerente relato, por cierto.
Lola: se me olvidaba. Mañana publico el tuyo.
Lola -
p.s. Qué curioso, todos los "primera persona" hasta ahora son mujeres. Para ser estudiado...
Charles de Batz -
Para mí que puede resultar difícil escribir algo que merezca compartir espacio con tan dignos vecinos...
!Ah el divino Rodin!
Veremos si a lo largo del día de hoy o mañana se me ocurre algo que enviar a la muestra.
Saludos y enhorabuena Vere y Herri, soberbios como siempre.