LA SIMBOLOGÍA ES DIFÍCIL
Ya saben la pasión que Tio Petros y una servidora sienten por el románico. Las pasiones, si se comparten, se disfrutan en mayor grado, de ahí que quiera compartir con todos ustedes algunos escritos del matemático que considero interesantes para dar luz a ciertas cuestiones sobre las que podemos interrogarnos cuando nos encontramos frente a este tipo de arte.
Una vez hecha la pertinente introducción, les dejo con Tio Petros. Que lo disfruten (el post, claro).
Cuando uno lleva tiempo visitando edificios románicos y disfrutando de la belleza y serenidad que de ellos emana, no puede menos que preguntarse porqué le es tan difícil entender la simbología de las imágenes.
Dada la ignorancia del que esto escribe, no sería demasiado difícil de explicar, pero es que a los demás mortales les pasa lo mismo. El motivo es claro: hay que conocer las claves y eso es difícil, o al menos no se consigue en cuatro días.
Cuando hablo de símbolo, quiero decir algo bastante concreto pero debido a mi ignorancia no estoy seguro de que el concepto sea el habitual, así que me explicaré un poco.
Un símbolo en el sentido que yo quiero hablar no es exactamente lo mismo que un signo. Los signos son cosas de cualquier tipo, sin ninguna restricción en su naturaleza, portadores de un significado. Un significante es el portador de un significado. Según esta definición un símbolo románico no es sino un signo. La cuestión es que es un signo bastante especial.
Visto desde esta perspectiva tan amplia, los signos pueden ser simplemente el consecuente de un antecedente que no vemos, sin intencionalidad alguna, ni emisor. Si vemos humo sabemos que hay fuego o al menos combustión de alguna forma. El humo es para nosotros signo de la combustión en virtud de una relación causa-efecto previa y conocida. En nuestro caso el humo es el efecto causado por la combustión, de modo que la visión de éste nos permite inducir la existencia de aquél.
No todos los signos son de este tipo, desde luego. Una palabra pronunciada o escrita o una flecha indicando un camino son dos tipos de signos diferentes al humo del ejemplo anterior. Son diferentes por varios motivos: son intencionados, tienen autor y la unión entre el significante (lo que vemos) y el significado (lo que entendemos) no es una relación causa-efecto sino un convenio. Y es ahí donde
empiezan las dificultades, porque los convenios son bastante arbitrarios, y a veces los signos tienen claves que facilitan su entendimiento (como el caso de la flecha indicando el camino) mientras que otras veces la arbitrariedad es completa, y no hay más camino que conocer el código (caso de la palabra hablada y escrita, salvo en el caso de onomatopeyas muy claritas).
Aún para los signos con claves, la dificultad está ahí. Nos parece obvio que una flecha indica el camino que está en la dirección de la punta porque tenemos un aprendizaje cultural. Sabemos qué es una flecha, y sabemos que el arquero las dispara con la punta hacia adelante por razones aerodinámicas de una obviedad aplastante para nosotros pero no sé yo si un extraterrestre lo vería tan claro.
Pues bien, llamaré símbolo a un signo del tipo flecha, no del tipo humo o del tipo palabra escrita o sonido hablado. La diferencia está en que hay una clave interpretativa en que la plasticidad del significante tiene relación no arbitraria con su significado. Pero además hay más.
Eso más que hay me es difícil de explicar, sin duda, por falta de conocimientos propios y por mi torpeza. Se trata de que esta relación entre significante y significado no es unívoca, y ahí empiezan los problemas y la riqueza de la simbología.
Quien esto escribe tiene una formación científica, no humanística y está acostumbrado a que existan correspondencias unívocas (inyectivas diríamos) entre los conjuntos de cosas con los que tratamos. Eso no es así en el caso que nos ocupa. Cualquier símbolo que podamos contemplar en un templo románico no es nada sin un espectador que lo contempla, lo interroga y lo disfruta. El espectador sabio extrae de él una plétora de significados, analogías y enseñanzas, mientras que el espectador ignorante (el que escribe es un buen ejemplo de ello) se queda a medio camino, intuyendo un mundo de relaciones pero sin poder acceder a él.
Vemos pues que no hace falta pensar en tonterías esotéricas del gusto de Dan Brown y su estúpido Código da Vinci para quedarse prendado del románico: hay misterio suficiente sin apelar a falsedades. Quedarse prendado es fácil, pero disfrutarlo intensamente es más difícil porque conlleva esfuerzo por aprender.
Tio Petros
Nota: La foto corresponde a un capitel de la portada meridional de la iglesia de Biota, en la comarca de las Cinco Villas de Zaragoza, realizada el 19 de julio de 2005.
12 comentarios
Vailima -
un saludo
J. Addams -
Para los demás casos, hay que echar mano de la Iconografía que uno sepa, consultar repertorios, y tener suerte.
saludos
Manuel -
TioPetros -
ladydark -
TioPetros -
Vailima -
Veo que tu blog acaba de nacer. Trabajo y constancia. Infalible.
Shangri-La -
anarkasis -
la imagen con un pelín mas de resolución plis ¿pudiera ser?
Carlos Leiro -
EL OTRO TIGRE
Por Jorge Luis Borges
Pienso en un tigre. La penumbra exalta
La vasta Biblioteca laboriosa
Y parece alejar los anaqueles;
Fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
Él irá por su selva y su mañana
Y marcará su rastro en la limosa
Margen de un río cuyo nombre ignora
(En su mundo no hay nombres ni pasado
Ni porvenir, sólo un instante cierto.)
Y salvará las bárbaras distancias
Y husmeará en el trenzado laberinto
De los olores el olor del alba
Y el olor deleitable del venado;
Entre las rayas del bambú descifro
Sus rayas y presiento la osatura
Bajo la piel espléndida que vibra.
En vano se interponen los convexos
Mares y los desiertos del planeta;
Desde esta casa de un remoto puerto
De América del Sur, te sigo y sueño,
Oh tigre de las márgenes del Ganges.
Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
Que el tigre vocativo de mi verso
Es un tigre de símbolos y sombras,
Una serie de tropos literarios
Y de memorias de la enciclopedia
Y no el tigre fatal, la aciaga joya
Que, bajo el sol o la diversa luna,
Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
Su rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al tigre de los símbolos he opuesto
El verdadero, el de caliente sangre,
El que diezma la tribu de los búfalos
Y hoy, 3 de agosto del 59,
Alarga en la pradera una pausada
Sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
Y de conjeturar su circunstancia
Lo hace ficción del arte y no criatura
Viviente de las andan por la tierra.
Un tercer tigre buscaremos. Éste
Será como los otros una forma
De mi sueño, un sistema de palabras
Humanas y no el tigre vertebrado
Que, más allá de las mitologías,
Posa la tierra. Bien lo sé, pero algo
Me impone esa aventura indefinida,
Insensata y antigua, y persevero
En buscar por el tiempo de la tarde
El otro tigre, el que no está en el verso. (*)
(*) Fuente: Jorge Luis Borges, El hacedor, Obras completas, Vll, Buenos Aires, Emecé, pp.202-203.
Vailima -
Con respecto a lo que comentas sobre la redacción del post, sí, te doy la razón. Yo lo hubiera adornado más (soy mujer) pero no hubiera podido expresar mejor la idea a transmitir.
un abrazo
Jafatron -
Supongo que es inevitable que el observador se lleve a su terreno analítico aquello que observa y le de forma de acuerdo a su manera de "procesar" lo que ve. Por suerte, Tio Petros, esto nunca está reñido con la capacidad de apreciar una buena explicación. Y por eso mismo pasamos muchos por aquí a diario. Bueno, que te voy a contar a ti...
De todas formas estoy seguro que en tu caso, teniendo siempre una fuente de información a tu lado como Vailima, tus observaciones resultarán siempre un complemento interesante, y en no pocas ocasiones Vailima habrá quedado sorprendida (gratamente supongo) por no haber reparado en esos detalles que tú habrás observado. En el fondo miramos con la mente, cada uno a su manera.