Carpe diem y más carpe. La expresión no es demasiado ortodoxa, ya lo sé. Incluso raya la cacofonía pero es que me tiene machacada la segunda ley y no hago sino mostrarles los efectos devastadores de la misma. Para que luego me acusen de poco altruista.
Sin embargo, en nuestro papel de semidioses, los hombres (y no escribo también “mujeres” porque esas mariconadas no me gustan) poseemos la facultad de convertir cualquier penuria en una majestuosa hazaña. Si no, piensen en la perruna vida que se traía nuestro mítico Ulises para que luego quede convertida por la magia de Homero en uno de los grandes poemas épicos de la historia de la literatura. O el caso de Salomé , aquella víbora macizorra que tantos artistas han hecho rejuvenecer una y otra vez a lo largo de la historia del arte.
Hoy es viernes y me gustaría regalarles algo. Ciencia ficción para el optimista o segunda ley para el realista. En cualquier caso, ni nuestro propio carácter se puede interponer entre nosotros y un maravilloso fin de semana. La imagen es elocuente, no me lo negarán, alguno diría que hay que quemar hasta el último cartucho. Yo prefiero mi frase del día: carpe diem y más carpe. Sigan mi consejo, me lo agradecerán.
Si se preguntan por los nombres de los protagonistas, no se les ocurra interrumpirles. Ya se los digo yo: Cupido y centauro en el museo del amor. Aunque si me lo permiten, les confesaré algo: no me importaría nada, nada, encontrarme de esta guisa en un museo cuando mis cenizas háyanse convertido un día en polvo enamorado.
Pasen un buen fin de semana y séanme simplemente felices.